5/7/20

El licor casero de Neil Young



Hay una expresión en la industria del whisky que hace referencia a esa parte de alcohol que se pierde en el proceso destilación debido a la porosidad de la madera del barril. The Angel's Share -así es como la denominan los más veteranos del negocio- se refiere, no sin sorna, a esa parte del líquido “que se evapora en los cielos”. Una metáfora que los productores del sello discográfico Rhino han aprovechado para bautizar la última reedición de los Grateful Dead.

The Angel's Share -el álbum- recoge el proceso de grabación del célebre Workingman's Dead, disco en el que Jerry Garcia y compañía abandonaban parte de su sonido más lisérgico para sumergirse en la herencia sonora americana. Dos horas y media de sesiones sin filtro, puro alcohol country-rock sin destilar. La tentación, sin duda, es fuerte. También la sensación de estar entrando en un terreno resbaladizo, quizás demasiado virgen para el oyente medio.

Mientras proliferan ediciones en las que la discográfica de turno aprovecha para publicar hasta los estornudos del artista de turno, otro forajido con mucho todavía por decir prefiere nadar a contracorriente. Homegrown, último volumen en los archivos del canadiense Neil Young, recupera aquel disco de 1974/75 que nunca fue y que, según palabras del propio autor, hubiera servido de puente entre el sonido ocre de Harvest y el country barnizado de Comes A Time. Palabras mayores.

Considerado por algunos como el santo grial perdido en la obra de Young, su escucha resulta sin embargo tibia en pleno 2020. Ni es la segunda parte del mencionado Harvest, ni arroja nuevas claves para entender a ese Young alienado de mediados de los setenta, ni todo lo contrario. Quizás un poco de todo aquello y alguna cosa más. No ayuda, claro, el hecho de que algunas de sus canciones -Star of Bethelem, Little Wing- ya hubieran hecho acto de presencia en la discografía del artista. O que Young se empeñe en incluir composiciones que desprenden aromas ya de sobra conocidos -Separate Ways, Mexico, We Don't Smoke It No More, Love is a Rose-. ¿Resulta necesario hablar de Florida, ese experimento surrealista que sirve de bisagra entre las dos caras del disco? Mejor lo dejamos para otro día.

Conviene no obstante romper una lanza en favor del canadiense. Puede que, en conjunto, Homegrown palidezca en comparación con obras mayores como Tonight's The Night y On The Beach. Pero se agradece la honestidad. Young podría haberse dejado seducir por la corriente actual y haber publicado aquel material sin filtros, añadiendo de paso alguna de las canciones de aquella época que nunca vieron la luz. Homefires, Mediterranean, Daughters y al menos otra media docena de inéditos siguen a día de hoy en el baúl de los descartes. De nuevo: la tentación es fuerte. Sin embargo aquello hubiese sido sencillo, complaciente, tramposo incluso.

Neil Young, tozudo él, ha preferido entregarnos su propia destilación del asunto. Una versión -de las muchas que podría haber- cerrada del álbum que pudo ser. Una relectura ventajosa, por supuesto. Puede que más de cuarenta años después aquellas canciones de ruptura y desesperación duelan un poco menos. O que parte de ese aroma a granero y maizales se haya perdido por el camino. Canciones como Vacancy, Kansas y esa toma acústica, mano a mano con Robbie Robertson, de White Line bien merecen la pena. Si Tonight's The Night desprendía ese olor a tequila y farlopa, Homegrown deja el regusto a licor casero y marihuana. Una dosis de country-rock añejo extraída directamente de la bodega personal del canadiense.

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