30/12/22

Gracias por el viaje (y todos los buenos tiempos)



A estas alturas resultaría inútil tirar del hilo que une a todas estas canciones. Tal vez porque el esfuerzo sobrepasaría con creces el tamaño de la recompensa. Tal vez simplemente porque nunca existió tal cosa. Están aquí y eso es lo que importa. Están aquí porque dejaron huella, permanecieron en la memoria con esa intensidad esporádica de lo milagroso. Pero no, no tienen más en común que pertenecer a esa extraño grupo de melodías capaces de enmendar hasta el más catastrófico de los días. Todas ellas tienen el poder único de aplacar los ardores profundos del alma. O de avivarlos de manera más intensa. Algunas con la fuerza del vendaval juvenil. Otras con el trazo menor de la madurez. Todas ellas sin excepción marcaron un año imposible de repetir. Por la simple razón de que fue y ya nunca será de nuevo.

En 2022 volvimos definitivamente a sentir el calor de los escenarios. Dylan regresó a este lado del globo para confirmar que nunca fue de este planeta. Su concierto en el Palladium londinense se recordará como la pincelada definitiva de un artista que dista mucho de tener un final a la vista. La sensación de asombro, de estar asistiendo a la creación de algo único e irrepetible, todavía permanece. Algo parecido al regusto que dejó el paso de Michael Head por la capital británica. Su disco de esta temporada lo confirma como el tipo que mejor conoce las calles del asfalto mojado inglés. Su rock corajudo es un rayo de sol en un país necesitado de latido vital. La euforia de su recital en Shepherd's Bush tuvo algo de curativo. Su belleza rota -como anuncia el título de una de sus nuevas canciones- volvió a recordarnos por qué seguimos amando con locura la ciudad del Támesis y los pubs de madera de roble.

Más menudos, aunque igualmente inmensos en su capacidad para emocionar, los conciertos de dos nombres de la casa permanecieron también en la memoria. Nos referimos a Katie Spencer y The Hanging Stars. La primera reivindicando el legado de Tim Buckley y la mejor tradición del folk inglés de los setenta. Los segundos entregados de manera definitiva a ese sonido que tan pronto perfila los contornos de la costa oeste americana como busca refugio en la campiña inglesa. Sin grandes aspavientos, encontrando por fin una brújula propia. Ellos son nuestra formación favorita actual a este lado del Canal de la Mancha. De igual manera que The Delines lo son al otro lado del Atlántico. Con The Sea Drift, su tercera muesca de estudio, Vlautin y compañía abandonan de manera definitiva los paisajes polvorientos de Richmond Fontaine para fundirse con ese soul de aromas noir y poso trágico. Historias de perdedores suavizadas por el terciopelo de los arreglos de viento y la voz de Amy Boone. Duele y reconforta al mismo tiempo.

Pero si hay algo que marcará nuestro recuerdo de 2022 será la cruzada de nuestros Don Quijote y Sancho Panza de la canción hecha con mimo. Nos referimos a Nacho Para y Fernando Rubio, miembros de nuestra Bantastic Fand, responsables de dos discos corajudos y cómplices. Que sientan su bases en el siglo de la bomba atómica y el rock&roll, en los recuerdos de juventud y el retrovisor nostálgico, pero que bombean vida y presente con sus melodías pop, folk y soul. Gracias por las canciones y por los sentimientos, amigos. Gracias también a Germán Salto y sus piruetas sinfónicas. Gracias a todos los que se unieron para dar un sentido homenaje al inmenso Rafael Berrio, a ese vida que amamos y a ese álbum personal de nubes sonoras. Gracias Xarim Aresté y tus canciones al calor del Serrat de toda la vida. Todas ellas sin excepción las siento cercanas a pesar de la distancia desde mi refugio al sur de Londres.

No podía cerrar este recuento de desvíos y triunfos de la temporada sin mencionar el monumental y sencillo canto al country de Wilco. En su álbum balsámico caben todos los mundos posibles, lo menor y lo universal, el país de las barras y estrellas y galaxias remotas, todos y cada uno de los recovecos de su cancionero y algunas sorpresas más. La mejor banda americana del último cuarto de siglo y punto. Como Jake Xerxes Fussell lo es en el último decenio si a arqueología de la tradición sonora yankee nos referimos. En Good and Green Again el de Georgia se atreve incluso a mostrar bocetos de su destreza como compositor. Y firma con su lectura de The Golden Willow Tree su pieza más soberbia y atemporal.

Tampoco pasamos por alto el folk hogareño de Joan Shelley, la camaradería blues de Taj Mahal y Ry Cooder, el compromiso inquebrantable con la canción de Jerry Leger o la enésima vuelta de tuerca de unos Lambchop especialmente frágiles en su reivindicación de la música sin etiquetas. El regreso de un favorito en esta casa como John Fullbright después de siete años de silencio o las canciones polvorientas y vitales de Melissa Carper bien pueden redondear el fresco sonoro de este 2022. Un cuadro que no podía estar completo sin mencionar la reedición en formato vinilo de Still Some Light, las basement tapes de Bill Fay, sabiduría y humanismo encapsulada en cada una de sus viñetas costumbristas. Tenerle todavía entre nosotros reconforta. Sus canciones curativas han acompañado un año que ha avanzado a trompicones, sin más triunfos que las pequeñas victorias del día a día y la satisfacción de que la música ha seguido empujándonos a escribir y a compartir sensaciones. Como canta Angel Olsen en la canción que abre Big Time: gracias por el viaje y todos los buenos tiempos. Nos vemos en 2023.


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