Al final nuestra educación musical, la
de verdad, la que deja una huella profunda en el tiempo, la forman un
puñado de discos. Unas cuantas piezas de la estantería dorada que
en su momento destaparon todo un campo virgen de emociones y
canciones. El Freewhelin' de Dylan, el Exile de los Stones y el Yankee
Hotel Foxtrot de Wilco. El primero de The Band, Kind of Blue de Miles
Davis y la 'reco' de Woodstock. Después llegarían muchos más, pero
el camino ya estaba marcado. O eso pensábamos.
Recuerdo que cuando años después un
amigo me pasó la banda sonora del documental Heartworn Highways me
vi obligado a abrir un nuevo tomo en mi libreta musical. La cinta de
1975 representaba todo aquello que yo buscaba en la música. Tenía
esa fachada dura y libre, directa al tuétano. Todavía tendría que
pasar un tiempo hasta que viera la película, pero la música de
aquel cedé había llegado definitivamente para quedarse. Su sonido
parecía proceder de un tiempo casi remoto, de un país que no
aparecía en mapa alguno. Incluso los nombres que firmaban aquellas
canciones parecían sacados de una banda de forajidos y tipos fuera
de la ley. Uno se los imaginaba con sombrero vaquero y mostacho
espeso, agarrados a su guitarra en un paisaje ocre en mitad del
desierto. Y no andaba muy desencaminado.
Ahora que la película vuelve a la
circulación en una nueva reedición, tenemos que llorar la muerte de
uno de esos cowboys que nos enseñaron en su momento la lección
sagrada del country. Hace unos días se iba Steve Young, aquel músico
que, incluso entre esa panda de perdedores, escogió el camino más
difícil. El tipo silencioso y bigotudo, el de la voz capaz de
recuperar como nadie el legado de los apalaches. Nacido en Georgia en
1942, el joven Young había mostrado desde muy pronto su vocación
musical, a pesar de venir de una familia modesta en la que la
adquisición de un instrumento musical era poco menos que en un lujo.
Siempre se sintió fascinado por la figura del trovador callejero y,
con la idea de convertirse en uno de ellos, Young decide trasladarse
de manera definitiva a Birmingham, donde descubre el valor de un
penique y la sencillez de la canción folk. También los peligros del
alcohol, que le acompañarán durante buena parte de su vida.
Sería durante esos primeros años
cuando el artista aprendería una de las lecciones más importantes
de su carrera. La dureza de la vida del músico y la cerrazón del
sur norteamericano, incapaz de asimilar el cancionero profano y libre
de esa nueva nueva América que poco a poco se abría paso. Cansado
de tener que lidiar con los prejuicios de la tierra, Young decide
trasladarse en 1963 a Los Ángeles, donde conoce a Van Dyke Parks y a
un jovencito Stephen Stills, con los que formaría el seminal The Gas
Company. También, siguiendo la costumbre de la época, se uniría a
uno de esos supergrupos en los que los egos de sus miembros mandaban
tanto como sus canciones. Pronto se vería que aquello no estaba
hecho para Young.
Su predilección por los sonidos más
puros y enraizados del crisol norteamericano y su carácter solitario
le harían abandonar cualquier intento de formar un grupo para,
definitivamente, tomar su propio camino. Rock Salt & Nails, su
debut en solitario, contaba con la partipación de gente de la talla
de Gene Clark, Gram Parsons y Chris Ethridge y se convertiría en uno
de los primeros ejemplos de eso que vendría a bautizarse como
country-rock. Quizás llegaba demasiado pronto, pues apenas lograrría
cumplir las expectativas comerciales de A&M. “Demasiado country
para el rock”, llegó a decir alguien. Y no le faltaba razón.
La decepción por ese estreno frustrado
llevaría a Young a abandonar casi por completo el negocio musical y
mudarse a San Francisco para abrir una tienda de guitarras. Sin
embargo, la tentación de la carretera es demasiado fuerte para el de
Georgia. Tras un par de años en los que su actividad se limita a
algunos conciertos en los cafés locales, decide juntar un puñado de
canciones para volver a intentarlo. Unas cuantas sesiones con varios
músicos de la ciudad, entre los que se encuentra Ry Cooder, le
convencen de que se hace necesario buscar nuevos aires. Surge la
oportunidad de viajar a Nashville, siendo este el primero de una
larga lista de contactos con la escena de la ciudad que construirían
la relación de amor-odio del autor con la capital de Tennessee. Allí
terminaría registrando Seven Bridges Road, disco que toma su nombre
de una de las canciones más conocidas y reinterpretadas del
cancionero de Steve Young. La grabación no estaría falta de
frustraciones y callejones sin salida, incluyendo la participación
del ex-Youngbloods Jesse Colin Young, que lograra convencer a los
directivos de Reprise del potencial del álbum. El álbum terminaría
llegando a las tiendas en Enero de 1972, convenientemente presentado
con una estampa familiar del propio artista. No había sido un
periplo sencillo, pero al menos Young podía decir que estaba de
vuelta.
En este segundo trabajo se nota la
intención del artista de suavizar su sonido. El country ha vuelto a
la radio norteamericana y en un par de años los Eagles se
convertirán en estrellas de la industria, incluyendo una versión
del Seven Bridges Road de Young que los angelinos añaden a su
repertorio en directo. Nada de esto consuela al compositor que vuelve
a ver como sus esperanzas de éxito personal se esfuman a las primeras de cambio.
Comienza aquí la etapa más oscura del músico, esa que construiría
ese mito de artista forajido y tozudo, peleado la mayor parte del
tiempo con una industria miope. Vuelven a resurgir los problemas con
el alcohol y las drogas, lo cual lleva a Young a divorciarse de su
mujer. Contrariamente a lo esperado, su producción musical se
multiplica, ganando en hondura y carácter. Honky Tonk Woman, su
siguiente disco, muestra esa cara más polvoriento del artista, el de
un fuera de la ley capaz de hacer una versión desnuda de The Night
They Drove Old Dixie Down y cantarle a la autopista en Alabama
Highway.
Es a partir de este momento cuando la
historia de Young se vuelve errática, confirmando su espíitu
vagabundo. A finales de los setenta vuelve a grabar un par de discos
de sonido estilizado en Nashville para terminar refugiándose en
Europa, desde donde inicia una serie de discos editados desde la
independencia. Incluso se atreve con la autoproducción de álbumes
que más tarde venderá de manera física en sus conciertos y en los
que incluirá relecturas de sus canciones más clásicas, muchas de
las cuales se encontraban en ese momento completamente
descatalogadas. Adoptando de manera voluntaria el perfil del trovador
solitario, Steve Young se mantendrá en el negocio hasta
practicamente el final de sus días. De él siempre recordaremos
aquella interpretación de Alabama Highway, incluida en Heartworn
Highways, en la que la caravana americana se funde con el sonido
épico de las montañas, la búsqueda de la libertad a través de la
carretera y los campos de algodón. Se trata de esa llanura que une a
Townes Van Zandt y a Steve Earle, un hilo que conecta a los pioneros
con los vaqueros de hoy en día. La autopista de un sonido que no
tiene fin.
LLL
LLL
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