La pregunta parece obligada. Mientras en la calle se celebra la noche de los muertos, dentro del club Lexington unos rejuvenecidos The Dream Syndicate comienzan su set con uno de sus clásicos más reconocibles. “La van a tocar, ¿no?”, se adelanta el propio Steve Wynn. “Porque... tienen que tocarla”, insiste. Cuando suenan las últimas notas de Halloween una lluvia de guitarras se apodera de todo y lo que había comenzado como una tonada sencilla y pop se convierte en un amasijo de cuerdas. The Dream Syndicate han venido a ganar.
Resulta fascinante comprobar cómo los
años no han suavizado ni un ápice la propuesta de los
californianos. Más bien al contrario. Puede que Steve Wynn, más
cercano a los sesenta que a los cincuenta, haya adquirido una fachada
de dandy del rock, arrugas asomando sobre el cuello de la camisa. Su
capacidad para abrasar permanece intacta. No obstante el “Sindicato
del sueño” siempre representó la mezcla perfecta entre el
desbarre guitarrero de Neil y sus Crazy Horse y el pulso underground
de la Velvet.
En Londres, en cambio, tomarán el
camino de en medio. Lo que en el estudio suena a contención, sobre
el escenario se dispara hasta convertir a los Syndicate en una
especie de reencarnación con canas de los Stooges. No hay más que
pegar el oído a las versiones aceleradas que se marcan de The Days
of Wine and Roses y The Medicine Show para hacerse una idea de por
dónde van los tiros. Los más de diez minutos de How Did I Find
Myself Here, canción que da título a su reciente disco, caracolean
hasta traernos a la memoria el Fun House de Iggy y compañía.
Precisamente será este nuevo trabajo,
primero en más de dos décadas, el que servirá de excusa para esta
visita -por partida doble- a The Lexington. Resucitados hace un
lustro, Wynn y los suyos decidieron hace unos meses rubricar el
momento grabando un puñado de nuevas canciones que hacen su labor:
recrear el sonido clásico de la formación y llevarlo un paso más
allá evitando caer en la repetición de una fórmula ya cuajada.
Vale que la voz de su líder conoció
mejores días. No importa. Tiene soul y alma dylanita cuando
interpreta Whatever you please, del infravalorado Ghost Stories.
Escupe fuego cuando incendia la sala al ritmo de aquel himno llamado
Burn. Filter Me Through You, una de esas nuevas composiciones,
acaricia a pesar de su aspecto desaliñado. The Circle amenaza con
salirse de su propio eje y perderse en una esquina desierta de la
sala. Nada que objetar. The Dream Syndicate siguen teniendo la
distorsión como sacro sacramento. Y eso es a lo que nos tocará
agarrarnos en The Lexington.
Los que nos acercamos a la anterior
gira de la banda pudimos comprobar que la formación seguía teniendo
músculo. Vale, había mucho de nostalgia en aquella recreación de
The Days of Wine and Roses, debut y razón de aquel regreso tardío a
los escenarios. Pero también asomaban acordes indomables y, sobre
todo, una intención de no quedarse en la simple reproducción de un
canon. Treinta años después aquellas canciones seguían sonando a
garaje y a humo saliendo de un túnel de la parte baja de Nueva York.
Por el camino se habían limado muchos de los matices, de acuerdo.
Pero a cambio Wynn y compañía habían encontrado un sonido compacto
y ganador. Aquella psicodelia electrificada de sus primeras
referencias -deudora en gran medida de la guitarra de Kendra Smith-
había sido sustituida por un bloque rocoso, imparable, al que es
difícil resistirse.
Hagan un ejercicio de imaginación.
Cojan los Crazy Horse de la primera época propulsados por un tipo
tan brillante como autodestructivo como Danny Whitten y compárenlos
con el sonido oxidado del “caballo loco” en Zuma o Ragged Glory,
ya con Poncho Sampedro en la labor guitarrera. Quizás así se puedan
hacer una idea de la distancia que separa a los Dream Syndicate de
comienzos de los ochenta y estos Syndicate de nuevo-viejo cuño
reabriendo el bote de las esencias distorsionadas por el lado más
afilado.
Como en el caso de los Crazy Horse,
resulta imposible escoger uno de los dos polos. Los Dream Syndicate
del siglo XXI siguen manteniendo un pulso inquebrantable en el
terreno musical. También una capacidad única para permanecer bajo
el radar. Admitámoslo, Steve Wynn nunca será un ídolo de masas.
Pero para los que seguimos creyendo en la comunión del rock, él
siempre quedará como uno de nuestros arcángeles. A él le debemos
una de las pocas formaciones que logró mantener el espíritu de las
seis cuerdas en plena fiebre de hombreras y purpurina allá por los
ochenta. Algo que podría haberse quedado en anécdota, si no fuese
porque en su currículum jalonan otra decena de proyectos de igual o
mayor calado. Gracias a ellos Wynn ha logrado sobrevivir cuatro
décadas en el negocio sin necesidad de vender la fórmula. Chapó.
Wynn siempre fue y será uno de nuestros héroes.
Quizás por ello resulte incluso más
meritorio que se haya atrevido a editar un nuevo disco bajo la marca
'The Dream Syndicate'. La victoria, conociendo la pequeña pero fiel
parroquia que venera a la banda, parecía asegurada. Lo que no
esperábamos es que el cuarteto -ahora reconvertido en quinteto- se
sacara de la manga ocho canciones de un nivel tan sobresaliente.
Filter Me Through You no tiene nada que envidiar a los mejores
momentos pop de la banda, himno de brillo californiano a añadir al
repertorio imprescindible del combo. Glide mantiene esa gloria dorada
y la estira hasta los seis minutos. Out My Head nos recuerda que los
Syndicate siempre mamaron de los cajones bajos de las tiendas de
discos. El crujido de sus guitarras nos transporta a los sótanos de
los Cramps y X. Lo mismo que de The Circle, que se agarra a los
surcos de Stooges y MC5.
80 West arranca con una de las
introducciones 'marca de la casa' para terminar estrellándose en una
maraña de guitarras con las cuerdas a punto de romperse. El corazón
lo pone Like Mary, caramelo de la colección, recordatorio de una
verdad a veces olvidada: Steve Wynn es uno de los mejores
compositores de canciones de las últimas décadas. La delicadeza de
esta tonada vertebra una historia clásica de carretera, amén de uno
de los momentos más dulces en la discografía de la banda. The Dream
Syndicate nacieron para romper el molde, pero también saben culminar
una tonada redonda.
El cierre lo pone Kendra's Dream,
canción de apariencia viscosa y regusto caleidoscópico. En ella
golpea las seis cuerdas la propia Kendra Smith, antaño fuelle
guitarrero de la formación, ahora retirada en mitad de la campiña
californiana. Su presencia cierra el círculo de una historia -la de
The Dream Syndicate- guadianesca, dilatada en el tiempo, escrita en
torno a la figura de Steve Wynn pero que incluye unos cuantos actores
secundarios de lujo. Todos ellos, los que plasmaron aquellos primeros
discos de rabia underground y chapa oxidada; los mismos que ahora,
sin tapar las arrugas, recuperan la esencia de un sonido que siempre
permaneció en la memoria de unos pocos. Todos ellos representan la tozudez de un rock&roll -o lo que quiera que esa
palabra signifique en pleno siglo XXI- que se resiste a ser
domesticado. A pesar de la edad y las canas.
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