18/2/18

Brigid Mae Power, entre dos mundos


En la figura de Brigid Mae Power se mezcla lo misterioso y lo puramente terrenal, una especie de extrañeza que asoma cuando recorremos caminos que creíamos ya desgastados. En su música -a ratos sedosa, a ratos rugosa- se dan cita una biografía accidentada y la sencillez de un sonido que santifica aquello de que menos es más. Lo diferente y su opuesto, la contradicción a la que se enfrenta cualquiera que quiera vivir una vida adulta.

Original de Galway, la artista irlandesa aseguraba hace un tiempo en una entrevista que era incapaz de lidiar con el tiempo lluvioso de su ciudad. A pesar de ello decidió hace unos meses mudarse de vuelta al lugar donde pasó su infancia. En parte como una manera de volver a conectar con sus raíces. En parte como una escapatoria a la asfixiante vida de Londres. Cierto es que en la capital inglesa siempre hubo hueco para propuestas folk, cajón amplio en el que uno podría apilar los discos de Power. Sin embargo la música de la irlandesa no parece hecha para encajar en el molde. Más escorada hacia territorios afilados, sus canciones conectan más con la tradición heterodoxa de Karen Dalton y Vashti Bunyan que con el folk cristalino de Laura Marling y Lisa Hanning, por poner dos ejemplos de artistas de corte acústico nacidas en las islas. Sus historias, ásperas, también la convierten en una especie única en el panorama actual.

Educada en la tradición de la música irlandesa, fueron los discos de Joni Mitchell, Neil Young y el resto de folkies de las laderas de Laurel Canyon los que la pusieron en la estela de la música de nuestros días. También los que la animaron a probar suerte en Norteamérica, donde una dolorosa relación sentimental acabaría con una orden de alejamiento y con Power lamiéndose las heridas de vuelta a las Islas Británicas. Por el camino, o precisamente debido a él, la irlandesa encontraría una voz en la que lo personal y lo público se anudarían. Compositora de pocos arreglos, su sencillez parece esconder siempre un trauma oculto. Su reciente confesión al calor de las reivindicaciones feministas de #metoo arrojan algo de luz sobre el misterio. Aunque no lo agotan.

Sus letras, crípticas la mayor parte de las veces, resultan tremendamente directas en ocasiones. Ocurre por ejemplo en Don't Shut Me Up (Politely), primer sencillo extraído de The Two Worlds, su reciente trabajo. En él una melodía sinuosa nos arrastra por las palabras de Power, cantadas con el habitual estilo ceremonial de la irlandesa, pero que desprenden una franqueza difícil de eludir. “Don't you find the spirit threatening? / What you did with mine? / You squashed it / But ghuess what I can hear? / It's my spirit still breathing / Breathing loud and clear”. Lo mismo sucede en Is My Presence In The Room Enough for You?, acompañadas en esta ocasión por las notas de un piano. La sangre irlandesa de la cantante sale a la superficie con Peace Backing Us Up, intento de danza con sabor norteño. “I'm sorry, I love you / If you ask for something I can't just say no / With peace backing me up” proclama la cantante sin vergüenza. Para alguien que ha lidiado con el maltrato resulta purificador escuchar cómo canta con orgullo al amor. 

Por suerte, a su vuelta a las Islas Británicas, la compositora encontró en Peter Broderick el equilibrio sentimental que nunca tuvo en Nueva York. También una pareja musical con la que dotar de vida a sus composiciones. Productor y arreglista de The Two Worlds, Broderick se encarga del resto de instrumentos que ponen la nota de color a las canciones de Power, generalmente concebidas en blanco y negro. Un ejemplo. La percusión mínima, los pequeños toques de teclado, elevan y otorgan un halo cinematográfico a I'm Grateful, canción que abre el disco. En ella Brigid Mae Power muestra todas sus habilidades: el ritmo taciturno, aquella voz capaz de hacer de un verso aparentemente insignificante toda una declaración de intenciones, el aullido de una compositora dolida pero con ganas de dar un paso adelante y contar su experiencia. 

No se engañen, bajo la aparente suavidad de los acordes de la irlandesa se esconde toda una tempestad. La naturaleza acústica de su música no es más que la corteza que cubre el fruto. Cuando uno muerde surgen los sinsabores del amor y las notas agrias. También la dulzura de una voz agradecida por seguir en este mundo, cantándole a lo menor y a las pequeñas grandes injusticias de nuestro tiempo. En el momento en el que las últimas notas de Let Me Go Now se escapan del reproductor la calma se apodera de uno y un sentimiento de empatía recorre el cuerpo. Los misterios a los que canta Brigid Mae Power en The Two Worlds no son más que la verdad que nos atenaza cada día: luchar, seguir caminando sobre el alambre.

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