29/6/20

Canciones huérfanas, carretera y manta



Aquellos tres primeros discos habían conseguido mezclar urgencia y melodía, desenfreno y finura sin necesidad de perder la compostura. Puede que Reigning Sound echaran mano de una fórmula ya de sobra conocida -la referencia cromática al Fun House de los Stooges en la carátula Too Much Guitar no era casual-, pero lo hacían con una elegancia ausente entre sus compañeros de generación. Quizás aquellas pintas de extras en una película de Tarantino que exhibían en la portada de su debut despistaran a más de uno. Incluso esa insistencia en los tonos sepias y los trazos melancólicos que parecía emparentarlos directamente con bandas como Teenage Fanclub o los Pernice Brothers. Una vez subidos a un escenario, Greg Cartwright y los suyos eran capaces de raspar como el que más.

Así, no es de extrañar que el cuarteto con base en Tennesse acabara encajado en esa nueva ola de bandas que, estrenado el nuevo milenio, reivindicaban el rock desaliñado y simplón de tiempos pretéritos. Como antaño, Detroit seguía siendo el epicentro. Combos como the Dirtbombs o The Gories ponían el acento en un sonido cargado de nitroglicerina y ganas de hacer bailar al personal. Derrapes guitarreros que en apenas tres minutos lograban el éxtasis. Una ecuación que, en el caso de Reigning Sound, tendría su mayor exponente en canciones como Straight Shooter o Brown Paper Sack, ambas incluidas en el redondo Time Bomb High School. La continuación -el nombrado Too Much Guitar- redoblaba la apuesta con el registro más abrasivo del combo. Por suerte aquella versión desmelenada y exhuberante del cuarteto de Memphis quedaría plasmada también sobre las tablas en el imprescindible Live At Goner Records.

Sin embargo, Cartwright parecía tener otros planes para la banda. Cansado de permanecer en el vagón de cola o simplemente en busca de nuevas horizontes, decide abandonar la meca del soul sureño y resituar su centro de operaciones en el estado de Carolina del Norte. Atrás dejaba un grupo que, aunque seguiría manteniendo el nivel en sus producciones -si no me creen escuchen el último registro del combo, Shattered-, ya no sería lo mismo. También un puñado de composiciones que habían quedado desperdigadas por el camino, sin hueco en el borbotón creativo de una formación en racha. Reunidas en 2005 bajo el rótulo de Home for Orphans, aquellas canciones sin hogar mostraban un camino alternativo más allá de las guitarras saturadas y el frenesí subterráneo.

Abren la colección Find Me Now y If You Can't Give Everything, dos pruebas irrefutables de que bajo el fuego incandescente del rock&roll se esconde un compositor capaz de emular al Dylan de Bringing It All Back Home. Medication Blues #1 reimagina la canción que cerraba Too Much Guitar en clave tex-mex. Una senda, la del sonido fronterizo, que Cartwright recupera también para la crepuscular y austera Funny Thing. Carol inaugura esa versión más dulce, casi crooner, que explotará de manera definitiva en Shattered. También hay tiempo para recuperar If Christmas Can't Bring You Home -una de las canciones incluidas en el single de temática navideña y portada homenaje a los Byrds de la banda- y dos cortes -Pretty Girl y Without You, versión de Gene Clark esta última- abandonados durante las sesiones de grabación del debut del grupo. Cierra el lote una toma en directo del Don't Send Me No Flowers, I Ain't Dead Yet, original de The Breakers, probablemente la primera banda de rock garajero en la historia de la ciudad de Memphis en pasar por un estudio de grabación.

El recuento final arroja una colección que, aunque anunciada como simple recopilación de descartes, se mantiene en pie sin necesidad de grandes soportes. Particularmente amable en el apartado sonoro, sin la pegada de referencias anteriores, a buen seguro que sorprendería a muchos de los que habían seguido la trayectoria del grupo hasta la fecha. En ella Cartwright entrega su perfil más frágil y vulnerable, un paraguas en el que se refugian el country sureño y el soul cósmico, la admiración por los sonidos sixties y el infalible destello guitarrero. Un hogar construido a base ruinas pretéritas, generoso en su deuda con el pasado, pero fiel a la marca melódica de la banda. Con él el líder de Reigning Sound bajaba la persiana y ponía rumbo a la costa este. Algunos le dieron entonces por amortizado, finiquitado quizás para el negociado de la música. Él en cambio, consciente de que todavía le quedaba cuerda para rato, se reivindicaba con aquella canción, grabada por primera vez cuarenta años atrás pero cuyo mensaje seguía sonando igual de venenoso en pleno 2005: “No me envíes flores (todavía no estoy muerto)”.

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