16/7/20

The Jayhawks: manual de resistencia



En el guión de los Jayhawks nunca entraba la idea de perdurar. Nacidos en una época en la que la música de raíces se había convertido en algo demodé, la banda de Minnesota estuvo a punto de disolverse tras apenas un año de vida después aquel accidente de carretera que obligaría a Gary Louris a permanecer en el dique seco durante una buena temporada. Por suerte el guitarrista regresaría a la formación y con él la perfección de de Hollywood Town Hall y Tomorrow The Green Grass, santo y seña del despertar roots de los noventa, pilar imprescindible de eso que hoy algunos llaman Americana, cumbre y caída de un éxito fugaz y modesto.

Con ellos The Jayhawks se colocarían en la rampa de salida de esa generación de músicos norteamericanos capaces de mirar al pasado sin perderle el pulso al presente. Por desgracia pronto llegarían las fricciones provocadas por las ideas y venidas del inquieto Mark Olson. Pequeñas sacudidas en el frágil equilibrio de una banda que, a pesar de contar con una nutrida comunidad de seguidores entre la crítica especializada, nunca llegó a romper el cascarón del gran público. Como canta jocosamente Louris en The Man Who Loved Life: “This traveling band was not well received / No open arms or reception lines / Just handlebars wearing five point stars”.

De alguna manera ese espíritu vulnerable y precario terminaría filtrándose en las canciones de los minesotarras. Sound Of Lies, el primer disco de la formación sin Olson, esconde la decepción de la ruptura bajo capas de folk-rock agridulce y pop en tecnicolor. ¿Era Smile realmente un disco sonriente? ¿O es Rainy Day Music una colección gris y melancólica como su propio título indica? Ni sí, ni no, ni todo lo contrario. El regreso fugaz de Olson en Mockingbird Time tampoco resolvería la ecuación. Mucho menos el sonido rasposo de Paging Mr. Proust, en el que los Jayhawks acuden a Peter Buck para la producción. Entre medias, temporadas de barbecho y callejones sin salida, cambios en la alineación, adicciones, victorias menores y odas a la resistencia. La historia de una banda que, a pesar de los continuos cambios en el guión, vivió para contarlo.

Xoxo, última grieta en el camino de los Jayhawks, sirve de testamento a este espíritu testarudo de la formación norteamericana. Puede que para alguno de los seguidores de Louris y compañía los caminos que surca esta nueva colección de canciones sean ya de sobra conocidos. El folk preciosista y esas armonías vocales que harían llorar al mismísimo Brian Wilson, los guiños a los sonidos clásicos de Gran Bretaña -el consorcio con Ray Davies le ha sentado de maravilla a la banda- y esa capacidad única de tejer melodías sin apenas esfuerzo. Más novedoso resulta ver que, después de más de tres décadas en la brecha, The Jayhawks sean capaces de entregar un nuevo lote de canciones sin necesidad de grandes aspavientos ni ajustes de cuentas con el pasado. Más dulce, menos agrio; más melódico, menos dramático.

Ayuda que, para este nuevo episodio, la banda haya decidido recuperar mucho de lo recorrido en los últimos treinta y cinco años. Los tonos ocres y ese sentimiento de ventanillas del coche bajadas, la radio y el hogar, la nostalgia que no es tristeza si no serenidad. Obligados a reivindicarse con cada giro del guión, The Jayhawks firma por fin un disco en el que tiran la toalla desde el principio. Perdida la batalla de la fama, sólo queda persistir en una fórmula que, sorprendentemente para algunos, sigue funcionando disco tras disco. Quizás Xoxo no gane nuevos adeptos para la causa del cuarteto, pero bien puede valer como lección para veteranos y entrados en años. Apunten: resistir, permanecer fieles a una manera de hacer las cosas, es también una forma de vencer. Sobre todo si el resultado es un disco tan redondo y reconfortante como este que nos regalan los Jayhawks.

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