29/5/22

Un último brindis por Levon Helm


Un 19 de Abril de hace diez años nos despedíamos de Levon Helm. La guadaña, siempre atenta, ya había avisado una década antes con un cáncer de garganta que estuvo a punto de apartar al músico de Arkansas de los escenarios. Se recuperó, aunque esa voz, antaño torrente y pundonor, se iría convirtiendo poco a poco en un alambre oxidado. No importa. La verdad, el coraje, seguían intactos en sus cuerdas vocales.

Se merecía Levon esa segunda oportunidad, sin duda. Una última década que le recuperaría para toda una generación de vaqueros y buscadores de esencias que sabían que en su golpe de baqueta se escondía el misterio de la gran canción yankee. Levon es la tradición y el río que hace que la música norteamericana siga fluyendo. Sin él, sin sus compañeros de The Band, tal vez nunca hubiera existido el sonido de barro y madera.

Precisamente el de Arkansas dedicaría sus últimos años a construir un refugio a base de roble y contrachapado, granero musical a la manera de la legendaria Big Pink. En Woodstock, allí donde Dylan y la banda se habían refugiado a finales de los sesenta, Levon levantaría su propia iglesia sonora. Sin barreras ni estilos, aunque siempre cercana al murmullo de la tierra. Los llamados Levon Helm Studios se convertirían finalmente en la gran casa de la canción norteamericana. Allí peregrinarían -y siguen haciéndolo- músicos y seguidores del batería de The Band, buscando tal vez el misterio de ese sonido imposible de reproducir o copiar. Y allí descubrirían que nunca fue tal.

No hay truco en la música de Helm y los suyos. No hay chasquido oculto en su latido. Tan sólo la creencia firme en que la mejor música, la que deja huella en el tiempo, casi siempre nace de la amistad y la camaradería. The Band fueron la gran prueba de ello. También los últimos discos de Helm, cofres llenos de tesoros con nada que envidiar a las grabaciones junto a Manuel, Danko, Hudson y Robertson. En ellos el de Arkansas reivindicaba su genealogía campesina, tejía alianzas entre el country y el rhythm&blues, el bluegrass y el soul. Pero sobre todo se reivindicaba como el gran patriarca de la música americana. El último de una larga estirpe de intérpretes de la tradición que, lejos de considerarla como algo caduca, mera pieza de museo, seguían creyendo en su poder transformador.

No estaba sólo el de Arkansas en su misión. Por suerte. Siguen quedando unos cuantos artistas en pie de aquella época en la que música parecía ser capaz de lograr lo que se propusiera. Pocos, pero necesarios. Entre ellos Mavis Staples, otra de esas intérpretes que siempre entendió que el poder de la música estaba en compartirla. Como miembro de los legendarios Staple Singers, la de Chicago llevaría el gospel a las calles, el mensaje de los derechos civiles a la FM.

Y como Helm recuperaría su lugar en la Historia de la música norteamericana ya en pleno siglo XXI con varios discos entre los que destacan títulos como You Are Not Alone o One from The Vine. Si The Band habían sido la gran banda americana, The Staple Singers se convertirían en la gran familia de la canción del país de las barras y estrellas. Padre, hijas, hermanas. Y en el centro Mavis, su motor principal, la llama que más relucía dentro de un firmamento de voces de algodón y hierro fundido.

Así se entiende lo histórico de Carry Me Home, la reciente colección de canciones en la que participan Levon y Mavis. Una unión registrada durante una de las célebres Midnight Rambles en los mencionados Levon Helm Studios y que a la postre se convertiría en la última grabación del batería antes de que el cáncer golpeara de manera definitiva. No es, sin embargo, una elegía como tal a la figura del músico de The Band. Más bien una celebración de la vida. Y como toda celebración tiene algo de privado. Dos viejos amigos, compañeros en la travesía de la canción enraizada, reencontrándose con la simple excusa de reír, abrazarse, tocar juntos bajo un mismo techo.

Se nota desde los primeros compases de la festiva This Is My Country, canción que abre el álbum con su estribillo de tono reivindicativo. Le sigue Trouble In My Mind, que desciende por las escaleras del blues, aunque sin olvidar el eco de los campos de algodón y el country fronterizo. Se lleva a su terreno Mavis varias de las canciones habituales en el repertorio de la Levon Helm Band como Move Along Train, Wide River To Cross o I Wish I Knew How It Would Feel To Be Free, el clásico de Nina Simone que cerraba Electric Dirt.

This Is My Be The Last Time recupera en cambio una de las primeras canciones de The Staple Singers. Los más rockeros se habrán percatado de las similitudes con la canción que los Rolling Stones editarían en 1965. Pero sin duda el gran latigazo del disco, su corazón bombeante y su caballo de Troya, es la versión del clásico gospel de Dylan, You Gotta Serve Somebody. Sólo Mavis se hubiera atrevido a ponerse el traje de predicador del de Duluth, sólo ella es capaz de sonar tan rotunda y amenazante como ese Dylan profético de la época cristiana.

Concluye el álbum la inevitable The Weight, quizás la mejor canción del último medio siglo. Con ella se cierra el círculo que había comenzado en 1976 con la versión conjunta de The Band y The Staple Singers para The Last Waltz. Si Robertson, Helm y compañía habían escrito aquella canción a finales de los sesenta en claro tributo a las armonías vocales de la formación de Chicago, los Staples encontrarían en The Band la confirmación de que el mensaje de la canción norteamericana había nacido para ser universal.

No hay en la versión incluida en Carry Me Home una pizca de nostalgia o tristeza. Aunque en ella aparezca la única aportación vocal de Helm a la colección; una estrofa gloriosa que será, ya para siempre, la última en vida de un mito de la música yankee. Más bien la sensación de que, a pesar de que Helm y muchos otros ya no están, aquella primera semilla nunca dejará de florecer. Puede que esta sea la última vez que Levon Helm y Mavis Staples canten juntos aquel estribillo eterno. Sin duda esta no será la última vez que The Weight vuelva a sonar, en sus voces o en las de otros. Brindemos por ello.


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