17/4/21

My Morning Jacket, el teatro de los sueños


El secreto de este álbum, fundamental en aquel cambio de siglo se mire por donde se mire, siempre estuvo al alcance de la vista. Aquella portada de tonos rojizos, la bóveda esculpida sobre el horizonte y ciertas reminiscencias a aromas añejos daban pistas para todo aquel que quisiera poner el oído. Congelado en el tiempo, aquel teatro de los sueños anunciaba un nuevo comienzo. O el final de todo. Y es que At Dawn, a pesar de su título inequívoco, se disfruta por igual con el primer rayo del día o a esa hora en el que tan sólo los insomnes permanecen en vela y lo único que se oye de fondo son los ladridos de los perros.

Una colección que es un canto a la vida sencilla del campo y al sonido ancestral de la guitarra rústica. Tennessee y Texas, el eco lejano del blues y el folk filtrándose por las ondas del transistor, el gran cañón y el fuego marcando el punto de encuentro. A ratos la banda cabalga desbocada, a rienda suelta, sin rumbo fijo. A ratos uno tiene la sensación de que Jim James no canta, susurra. Y es en esos momentos, en los que todo parece apagarse, en los que tan solo queda un punto de luz reflejado a lo lejos, cuando uno comprende, aunque solo sea por un instante, el significado de este álbum fundamental en aquel cambio de siglo. Se mire por donde se mire.

Recuerdo encontrar un bootleg de la época y escuchar una versión cruda de Suspicious Minds durante aquellos primeros días de enamoramiento con la banda de Kentucky y emocionarme cada vez que Jim James llegaba a esa última estrofa celestial, esa que decía: “deja que nuestro amor sobreviva / secaré los lágrimas de tus ojos / no dejemos que algo bueno muera”. Recuerdo imaginarme a ese Elvis en las últimas tratando haciendo algo parecido, desnudándolo todo hasta que las canciones mostraran su verdadera esencia. Jim James, que duda cabe, nunca será Elvis. Pero hay algo en esa manera de cantar tan crooner, en el eco de esa voz, que recuerda al gran rey de la música americana.

Como en aquella portada a contraluz, en At Dawn uno nunca termina de saber si My Morning Jacket acaban de llegar o están ya de vuelta. A mitad de camino entre el esfuerzo colectivo y la firma songwriter, At Dawn avanza sin mesura. Jim James, núcleo irradiador de estos My Morning Jacket, abre por primera vez la baraja después de un debut que, a pesar de tener ya el nombre de la banda madre en la solapa, se puede considerar una obra netamente individual. Recordemos: The Tennessee Fire, aquel primer registro grabado durante los meses de invierno de 1999, agudizaba el crujido existencial de la banda. Marcaba el rumbo pero sin terminar de alcanzar su destino. Un disco en tierra de nadie. Demasiado enraizado para las emisoras alternativas, demasiado afilado para la parroquia country.

Algo de este espíritu nómada permanece en la continuación de 2001, aunque en canciones como The Way That He Sings o Xmas Curtains el sonido a madera e incienso de la formación ya ha cobrado forma. En el corte que abre y da título al disco James dibuja el final de una película del oeste mientras imagina una nueva vida. "At dawn they ride again / They'll haul you out to the streets". Un comienzo que suena a final. "Their life ends and my life starts again". Hopefully recupera ese hilo de esperanza, más dulce, romántico a pesar de la crudeza con la que James viste la canción. Bermuda Highway coge el relevo en uno de esos raros momentos en los que el de Kentucky cruza el océano para beber de la tradición inglesa. En If It Smashes Down uno tiene la sensación de que la cinta se va a parar de un momento a otro. Al menos hasta que James lanza uno de esos alaridos capaces de helarte la sangre. 

En At Dawn hay hueco también para vals narcóticos -I Needed It Most- y blues de destilación fuerte -Honest Man-. En Just Because I Do My Morning Jacket muestran por primera vez ser capaces de firmar una canción radiante y pop. Strangulation, como su título indica, es en cambio una cacería. Un escaparate de todas las virtudes de la banda en ocho minutos de emoción y desenfreno. Nunca el cuarteto sonaría de manera tan precisa y elegante, tan recogida y al mismo tiempo tan explosiva. Cerca quedarán álbumes como It Still Moves o Circuital, notables trabajos de orfebrería country-rock. Pero nunca tan finos. De alguna manera My Morning Jacket lo dicen todo en At Dawn. Y es en esa conclusión, en la confirmación de que ya no hay vuelta atrás, donde yace la tragedia de este disco fundamental en aquel cambio de siglo. Se mire por donde se mire.


2 comentarios:

  1. Buenísimos la reseña y el disco . Me parece lo mejor de este grupo.

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    1. Yo también opino que es lo mejor de este grupo (aunque en los otros tres que menciono alcanzan también cotas altas). El sonido, la portada, las canciones... hacen que la balanza caiga de este lado. Abrazos, Esteban.

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