29/8/22

Discos para una república invisible XXV

Aquel cóctel explosivo de country, rock y tex-mex agitaría un cancionero escaso. Al menos si lo comparamos con la sombra proyectada sobre la música norteamericana. Doug Sahm fue una leyenda y un orfebre de la canción enraizada. Un tipo admirado por el mismísimo Dylan, que siempre le tuvo en un altar. Idéntica impresión dejaría en otros compañeros de generación como Dr. John, Flaco Jimenez o los miembros de la Creedence Clearwater Revival, que terminarían apareciendo en aquella serie de álbumes mágicos de comienzos de los setenta.

Con ellos el de San Antonio forjaría su lugar en la historia de eso que se vendría a llamar country-rock. Un extraño híbrido que contaría a tipos como Gram Parsons o Michael Nesmith entre sus héroes, pero que todavía le debe una al bueno de Doug Sahm. Sin él no se entiende el espíritu iconoclasta de aquel género bastardo, impuro y en definitiva genial. Sin él los viajes en carretera serían un poco más tristes.

Una buena muestra de todo esto lo encontramos en este Texas Rock for Country Rollers, cuarta muesca en una secuencia de álbumes en solitario que habían comenzado en 1973 con la publicación del recordado Doug Sahm and Band. De alguna manera Texas Rock devolvía al norteamericano a la casilla de salida. Con la steel guitar de Harry Hess regando buena parte del minutaje, aquel disco de 1976 tenía mucho de country aunque nunca se apartaba del camino rodado del rock&roll.

Grabado en los SugarHill Studios de Texas, donde ya habían registrado canciones nombres de la altura de Willie Nelson y Little Feat y que muy pronto vería nacer el mito de la joven Lucinda Williams, con él Sahm deja atrás los efluvios californianos de Groover's Paradise, anterior entrega rematada en los estudios propiedad de la Creedence. El viraje se haría notar especialmente en esa primera cara que fluye de manera apacible y somnolienta, donde el tejano bombea sus canciones más dulces hasta la fecha.

Así I Love The Way You Love (The Way I Love You) podía recordar de primeras a los tiempos de Sahm liderando a los Sir Douglas Quintet. Pero tras aquellas armonías pristinas se escondía una lección de melodía fina, cuero y asfalto. Give Back The Keys To My Heart remata uno de los momentos más sentidos en el cancionero del de San Antonio. Tanto que dos décadas después Uncle Tupelo, punta de lanza de una nueva generación de vaqueros rebeldes, la recuperarían para su álbum de despedida, el monumental Anodyne.

Con ella Tweedy, Farrar y compañía no sólo rendían tributo a la figura de Doug Sahm, si no que rellenaban la línea de puntos que iba desde el country alternativo de los noventa hasta el movimiento forajido que había surgido de espaldas a Nashville en la década de los setenta. Todo y uno eran lo mismo. La tradición entendida como excusa para salirse del camino marcado. Mirar hacia atrás para tomar impulso hacia delante.

La segunda cara de Texas Rock for Country Rollers tenía de hecho mucho de eso. Dejando atrás por un instante los caminos rurales del reverso, Sahm abre con la poderosa Floatway. El tributo a Gene Thomas -otro tipo al que se le agotó la suerte en Nashville-, rescatando las inocentes y juveniles Sometimes y Cryin' Inside, y la declaración de amor a la música country en Country Groove apuestan por ese viaje de ida y vuelta entre el pasado y el presente.

Pero es You Can't Hide a Redneck la que termina de romper el molde. Blues abrasado y pantanoso, en ella el tejano deja un recado para los que creen haber encontrado el maná de la revolución con ese aplastante estribillo. “You can't hide a redneck underneath that hippy hair / No matter how many joints you roll, you got a white man's soul” [“No puedes esconder un redneck bajo ese pelo de hippy / No importa cuántos porros te lies, sigues teniendo alma de hombre blanco”]. Dough Sahm, genio y figura hasta el final.


2 comentarios:

  1. Este disco no lo he escuchado, me lo apunto sin dudarlo tras leerte.

    Un abrazo, Javier.

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    1. No es el primero que recomendaría de Dough Sahm sin duda teniendo cosas como el debut o Groover's Paradise, pero creo que mantiene un nivel excelente y completa su terna magnífica de los setenta. Sólo por esos ambientes country de la primera cara y por dos canciones inmensas como 'Give Back' y 'You can't hide a Redneck' ya merece la pena.

      Abrazos, Gonzalo.

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