23/11/13

El penúltimo trago de Waylon Jennings


A mediados de los noventa nadie parecía acordarse ya de Waylon Jennings. Los días dorados del country eran historia y aquel grupo de forajidos que tambalearon la ciudad de Nashville a comienzos de los setenta se había hecho viejo o, en el peor de los casos, había pasado a mejor vida. Sin embargo, en plena eclosión del grunge y la música alternativa, todavía había músicos que reivindicaban el legado de Hank Williams y Johnny Cash. Jóvenes que cabalgaban con una guitarra al hombro entre las carreteras perdidas del sur de Estados Unidos y las grandes urbes del norte. Country con espíritu adolescente, como el que habían facturado Gram Parsons o el propio Jennings cuando se atrevieron a juntar la tradición rural con el espíritu desenfadado del rock&roll. Sangre nueva para una música que, a pesar de lo que puedan decir las revistas de tendencias, sigue teniendo pies de plomo.

Aquella raíces habían vuelto a brotar gracias al empuje de grupos como Uncle Tupelo, The Jayhawks o Blue Mountain. Rock con memoria, sin miedo a mancharse las botas de polvo cuando la canción lo requería. Coordenadas por las que transitaba también Hitchhike to Rhome, debut discográfico de Old 97's. Cuatro músicos de Dallas que fomentaban su fama de forajidos con aquellas melodías empapadas de bluegrass y ardor sureño. Pronto su directo les daría la llave de entrada a Bloodshot Records, convertida en casa residente del nuevo aliento country. Aunque no sería la única puerta que se abriría para ellos.

Corre el año 1996 y Waylon Jennings se encuentra enfrascado en la que, a la postre, se convertiría en su última gran gira. Superada aquella fama de músico fuera de la ley de comienzos de los setenta, el bardo de Texas saborea las mieles del éxito con más de medio siglo de vida a sus espaldas. Sin embargo, a pesar de que sus conciertos se cuentan por llenos, a nadie parece interesarle sus nuevas canciones. El artista que había retratado el sur más triste y desolador, el desierto a medianoche en el que héroes y villanos se dan de la mano, tiene que conformarse con un público que sólo quiere escuchar sus viejos singles. Tozudo, consciente de lo que vale el éxito, Jennings decide darle un último trago a la vida.

Siempre en búsqueda de nuevos aliados, el tejano se topa un día, casi por casualidad, con aquellos cuatro músicos de Dallas que responden al nombre de Old 97's. Bandoleros que disfrutan de tocar noche tras noche en garitos de segunda, allí donde el viejo estilo de Merle Haggard fluye lejos del radar de las grandes corporaciones. Aquel espíritu libre y salvaje, puro rock&roll, no es más que el tributo que los jóvenes músicos hacen a pioneros como Townes Van Zandt o Billy Joe Shaver. Con veinte años de diferencia, claro. Dos décadas que, para un músico castigado por la carretera y los excesos, pueden convertirse en una losa. Jennings, aquejado de los males de la edad y la nicotina, llevaba tiempo planeando su retirada de los grandes escenarios, consciente de que debía dedicar sus últimos años a una familia que había abandonado por una vida de asfalto y noches en vela. Sin embargo, aquel descubrimiento tardío bien merecía un último esfuerzo.

Después de leer el texto que el tejano les dedica en The Austin Chronicle, Rhett Miller, líder de Old 97's, decide ponerse en contacto con Jennings. La idea de invitarle a grabar ya le ronda por la cabeza. Un sueño, una posibilidad remota. La sorpresa llega cuando el veterano artista, lejos de su previsible fachada de estrella del country, decide acudir a la llamada. Al instante se reserva un estudio para registrar unas cuantas canciones de Old 97's con la voz de Jennings en primer plano.

Sin embargo, pasan los meses y nada se sabe de aquellas sesiones. Mientras Old 97's continúan con sus giras, Jennings anuncia su intención de abandonar buena parte de su actividad musical en beneficio de la educación de su hijo. Precisamente tendrá que ser Shooter Jennings, otro de sus hijos, el que termine por recuperar aquellas grabaciones perdidas 16 años después. Un disco de pequeñas dimensiones (apenas seis canciones, de las cuales sólo dos cuentan con ambos participantes) en el que encontramos a Jennings creando escuela con su voz de cowboy clásico mientras Old 97's insuflan aliento sureño. Cuatro ángeles llevando en volandas al veterano artista, como muestra la portada del álbum. Enérgica banda de acompañamiento para un Jennings que presume de clase entre ferrocarriles y polvo. Como un Johnny Cash cruzándose con un torbellino punk, Iron Road abre un EP que se completa con The Other Shoe -balada que ya había aparecido en el segundo disco de la banda- y otras cuatro demos de canciones de Old 97's. Por desgracia nos quedamos con las ganas de saber cómo habría sonado un elepé al completo con ambos protagonistas. Sin embargo, siempre nos quedarán esa dos joyas cortadas al vuelo, recuerdo de un encuentro que alumbra una verdad: nunca mates al padre si puedes terminar juntándote con él.
 ll

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