9/1/14

Dave Van Ronk y la llama eterna de las canciones



En el cruce entre Barrow Street y Washington Place todavía se alza una señal que recuerda a un músico folk fallecido hace ahora diez años. Posiblemente muy pocos de los turistas que pasean por el barrio neoyorquino de Greenwich se paren un segundo a contemplarla. Muchos menos sabrán a quién se refiere aquel nombre de origen holandés. Dave Van Ronk Street fue rebautizada en 2004 tras la muerte de ese artista olvidado durante años, pero cuya sombra sigue alargándose en el tiempo. Un pequeño homenaje para un cantante que, a pesar de haber ayudado a saltar a la fama a algunos de los más importantes artistas de la década de los sesenta, terminó renunciando a la lucha, harto de una escena convertida en caricatura y lucha de egos.

Su historia, condenada al fracaso, ha sido llevada al cine estos días por los hermanos Coen en Inside Llewyn Davis. O al menos una versión de ella. No obstante, Dave Van Ronk ya había tenido su minuto de fama cinematográfico en No Direction Home, película canónica de Scorsese dedicada al bardo Dylan. Allí, en apenas dos minutos de entrevista, el propio artista es capaz de trazar su biografía con apenas una pincelada. Una simple anécdota le basta. Los que hayan visto una y otra vez la cinta la recordarán con nitidez. Un Van Ronk en el invierno de la vida, evitando cualquier revanchismo, cuenta cómo el de Minnesota le robó una canción para el que terminaría siendo su álbum de debut.

Refresquemos la memoria. 1961 llega a su final y un Dylan todavía imberbe, buscando hacerse un nombre en la nueva eclosión folk, pero lejos todavía de su mejor faceta como compositor, decide tirar de repertorio tradicional para construir su primer disco. En estas se encuentra con una House of The Rising Sun aún inédita en el mercado pop, que había sido arreglada hace un par de años por su amigo Dave Van Ronk. El olfato de Dylan no falla: estamos ante un clásico. Sin la destreza suficiente como para llevarla a su terreno, el cantante decide copiar punto por punto la versión de Van Ronk. El final de la historia es de sobre conocido. Dylan: “¿Te importa que tome prestado tu arreglo de House of The Rising Sun?” Van Ronk: “No, por supuesto.” Dylan: “Vale, porque ya lo he grabado.”

Lo que sigue también es de dominio público. El de Duluth termina convirtiéndose en nuevo profeta del Greenwich neoyorquino para, acto seguido, reírse a carcajadas de todo el asunto con su incursión en el terreno del rock. Mientras, Van Ronk, de perfil más modesto, sigue buscándose las habichuelas, ayudando a todo aquel que pone sus pies por primera vez en el vecindario (Joni Mitchell pasó por su piso antes de convertirse en la reina de Laurel Canyon), peleándose con productores que ven en el revival folk y blues otro filón a explotar, manteniendo la llama encendida de las canciones.

Asusta pensarlo, pero hubo un tiempo en el que a nadie le importaba quién era el autor de una determinada melodía. Tanto, que aquella falta de interés, hacía que ese pequeño detalle se perdiera en el tiempo. Ausente la firma, la canción pasaba a dominio público, sin las cadenas de una autor demasiado protector con su criatura. Así, House of The Rising Sun podía transformarse en rhythm&blues pantanoso en voz de Eric Burdon o recuperar su versión más cristalina en la voz de Dave Van Ronk. Ain't No Grave Can Hold My Body Know en himno funerario en el último disco de Johnny Cash o tomar la senda de la balada con un Van Ronk en uno de los mejores momentos que se le recuerdan.

Por suerte no son pocos estos últimos. Con una carrera alargada durante casi medio siglo, la producción del neoyorquino adquiere tintes de biblioteca si advertimos que, además de sus discos de estudio oficiales, encontramos un puñado de sesiones en las que Van Ronk recoge algunas de sus composiciones, así como tomas de algunas de las canciones que iba oyendo en sus incursiones por los cafés del Greenwich. Poco interesado en apropiarse de ellas, sus versiones, limpias, afectadas, con esa voz profunda que le acompañó hasta el fin de sus días, lejos de levantar acta, dejan que las historias, los versos, sigan volando a sus anchas. No se trata de hacerlas propias, algo tan en boga en la música popular, como convertirlas en propiedad comunal. Calentar las almas al fogón de una guitarra y una voz. En ese Nueva York gélido (así se empeñan en recordárnoslo Dylan y Suzie Rotolo en la portada de The Freewhellin') había pocas maneras mejores de hacer amistades que empuñar las seis cuerdas y comprar una botella de licor en el establecimiento de la esquina. En el fondo, tampoco han cambiado mucho las cosas.

Especialmente para Dave Van Ronk que murió tras una vida sencilla. Y feliz. No, el norteamericano nunca necesito crear un personaje, rodar una película, aparecer en la portada de Vogue, para seguir cantando canciones. Si algo nos enseña su historia es que basta un rincón y un pequeño micrófono para hacerse oír. Prehistoria de la música popular. El pop antes del pop. Música popular en pañales. También en lo que a estilos se refiere. En aquel barrio de Manhattan el folk se había convertido en una excusa para cantar a Woody Guthrie. Pero también a Robert Johnson y Scott Joplin. El sur y la ciudad anudados en el traste de una guitarra. Una nación cantando al unísono por un nuevo cambio, que sería una mirada al pasado o no sería.

El tiempo terminaría convirtiendo el revival folk en atracción de feria para beatniks y poetas en busca de botellas vacías, sin embargo, hubo algunos que se resistieron a la tentación. Entre ellos Dave Van Ronk que, como un Alan Lomax de la canción, siguió manteniendo su perfil bajo, secundario frente a unas canciones que seguían siendo las verdaderas protagonistas. Quizás por ello, de haber seguido con vida, el reciente recopilatorio editado por la Biblioteca Smithsonian (Down In Washington Square) hubiera resultado demasiado abrumador para un tipo como él, acostumbrado a los pequeños clubs y los escenarios modestos. Una colección que, al igual que aquella pequeña señal en Washington Place, sirve como acto de justicia ante uno de tantos olvidados por la historia de la música.  

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