En la hoja de ruta de aquella mujer de
Louisiana no parecía haber hueco para la palabra éxito. Sus dos
primeros discos, editados allá por finales de la década de los
setenta, habían caído en saco roto en un mundo secuestrado por las
hombreras y los sintetizadores. El antaño espíritu agitador del
rock&roll había pasado a convertirse en producto para la primera
generación MTV, mientras las viejas historias de carreteras perdidas
y amores en la parte de trasera la camioneta se perdían por el
retrovisor. El country, tradición revitalizada por Gram Parson,
Johnny Cash y el resto de forajidos de las llanuras del sur,
había sucumbido también a las mieles de la industria, concentrada
en la capital de la pedal steel: Nashville. El horizonte, en
definitiva, parecía poco esperanzador para los cantautores de polvo
y espuelas.
Sin embargo, quizás fue esta falta de
presión, esa ausencia de un foco que obligara a seguir los designios
de las grandes compañías, la que permitió que las melodías de
Hank Williams y Waylon Jennings se filtraran en
pequeñas dosis reivindicadas, ahora, con el paso de los años. Ahí
están X, Jason & The Scorchers, Green on Red o incluso
unos jovencitos R.E.M. para ejercer de testigos. No obstante,
a pesar de que de una u otra forma todas estas formaciones mantenían
viva la llama de Cash, Parsons y compañía, también es cierto que
ninguna de ellas aspiraba a poner patas arriba la acomodada industria
de Nashville. Alumbrados al calor de la explosión punk, carecían
del impulso o las ganas necesarias para releer a los clásicos. Justo
al contrario que Lucinda Williams, que con esos dos primeros
álbumes de tono sepia había demostrado su capacidad para
reinterpretar con maestría el catálogo blues y folk. Así, cuando
en 1988 la compañía independiente Rough Trade editaba el
disco homónimo de la norteamericana, el mundo parecía listo para
dar una nueva oportunidad al country.
La cosa, no obstante, no parecía
fácil. Estados Unidos se preparaba para la llegada de una nueva
generación de bandas que de tono depresivo y guitarras saturadas. El
grunge llamaba desde la fría Seattle, muy lejos de las tostadas
tierras de Kentucky y Texas. Y sin embargo, hubo alguno que se las
ingenió para maridar la tradición del songwriter con las
atmósferas asfixiantes de la nueva ola de rock independiente. Uncle
Tupelo, con unos jovencitos Jay Farrar y Jeff Tweedy
a la cabeza, darían el pistoletazo a la vena más alternativa del
country con su debut de irónico título: No Depression. Claro
que unos meses antes Williams ya había hecho lo propio con un
regreso, condenado desde el principio a pasar bajo el radar del gran
público.
No era sólo que la figura de Lucinda
no encajara en lo que la industria esperaba de una chica cowboy.
Desde Loretta Lynn hasta Dolly Parton pasando por Patsy
Clyne o Linda Rondstat, las artistas del country se habían
visto obligadas a mostrar su fachada más rocosa y segura frente a un
mundo controlado por el lado masculino de la balanza. No obstante, en
plena década de los ochenta, no eran pocas las que apostaban por
salirse del molde impuesto desde Nashville. Nanci Griffith,
natural de Texas, había quebrado su imparable carrera al estrellato
con un directo en el que desnudaba el country pomposo de sus
anteriores discográficas. One Fair Summer Evening marcaría
el comienzo de un giro hacia un cancionero propio cargado de melodías
folk-rock. Algo parecido a lo que había hecho Rosanne Cash,
hija del mítico 'hombre de negro', en King's Record Shop.
Los referentes estaban ahí, al alcance
de la mano. Sin embargo, Lucinda parecía caminar por una senda
todavía virgen e inexplorada. Un horizonte que ni caía en las
mieles del edulcorado pop cowboy de la 'Music City' ni se
extraviaba entre la experimentación punk de espíritu adolescente.
Vocación independiente sin tener que renunciar a una bonita canción.
Country-rock, en definitiva. No tan alejado de Gram Parsons o
el Dylan de John Wesley Harding como pudiera parecer,
pero con el nervio suficiente como para conectar con una nueva
generación de buscadores de oro melódico. Sólo así se explica que
Rough Trade, disquera independiente que había construido su fama a
base de apoyar las nuevas bandas del pop independiente británico,
apostara por este nuevo talento llegado desde la soleada Lousiana.
Argumentos no le faltaban. Lucinda
Williams era un álbum imponente, que mostraba por primera vez a
una artista con voz propia. No obstante, habían pasado ocho años
desde su última referencia. Tiempo de sobra para convertir el
impulso revivalista (no olvidemos que esos dos primeros discos fueron
editados por American Folkways) en cancionero de vocación
autobiográfica. Lo que ocurrió durante esos años de travesía por
el el desierto permanece en su mayor parte en el olvido. Lo que
parece claro, un cuarto de siglo después, es que la espera mereció
la pena.
Por el camino la norteamericana había
recogido un puñado de historias que plasmar sobre un pentagrama.
Relatos de aroma clásico, pinchando en la gran tradición
norteamericana. Letras de corazones rotos y maletas rumbo a la gran
ciudad. No, en el fondo no era nada nuevo. Sin embargo, en la voz de
Lucinda aquellas historias parecían nuestras. Lejos de convertir el
salvaje oeste, el sur al final del sur, en estampa de postal y
capricho exótico, la artista tiraba de honestidad. Sí, aquella
mujer que abandona los bares polvorientos de carretera para buscar su
sueño entre rascacielos en The Night's Too Long podía ser
ella misma. También tú. Y cualquiera que hubiera tomado la senda
del 'one way ticket' hacia la vida. Escuchando Big Red Sun
Blues uno podía sentir la tristeza de aquella voz dulce.
Haciendo girar Like A Rose, caer enamorado de la sencillez de
sus cuatro acordes. Pinchando Crescent City, soñar con viajar
al French Quarter de Nueva Orleans.
El cómputo final arrojaba un diamante
en bruto, una mujer difícil de pulir, de fachada blues aunque con un
corazón lleno de sabiduría country-folk. Preparada para dar un
salto, que pudo ser al vacío. Aquel disco de 1988 cayó en la caja
de álbumes de culto, ensombrecido por las versiones que artistas con
mayor caché hicieron de aquellas canciones. Emmylou Harris, Tom
Petty. Ahí estaba la prueba de que las historias eran
universales, traspasaban el filtro del simple country de academia.
Sin embargo, el reconocimiento siguió llegando de interpretaciones
ajenas. En 1994 Passionate Kisses alcanzaba el Grammy a mejor
canción country gracias a la voz de Mary Chapin Carpenter. Y
sí, a pesar de que Lucinda lo había vuelto a hacer con Sweet Old
World, pocos eran los que conocían en ese momento a aquella
pluma llegada desde Lousiana.
La cosa cambiaría con un Car Wheels
On Gravel Road, punto de inflexión de una carrera que no ha
parado de crecer y dar buenos momentos a los amantes de las canciones
bien contadas. Un álbum que, posiblemente, elevara la siempre
modesta fama de una cantante country que un día soñó con triunfar
en la gran ciudad. No obstante, muchos antes de ese éxito, hubo unos
pocos que creyeron en la maestría de sus composiciones. Rough
Trade por delante, claro. Steve Earle, que le invitó a
participar en su gran I Feel Alright. La propia Emmylou
Harris, que volvió a repetir con una versión de Sweet
Old World para su disco Wrecking Ball. Hasta un
aparentemente lejano Vic Chesnutt, que antes de convertirse en
personaje de culto entre la parroquia indie-folk, se atrevió a
bautizar una canción con el nombre de la artista de Lake Charles. Y
un centenar más que en estos últimos 25 años han rendido tributo a
sus melodías. Eilen Jewell, Tift Merritt, Neko Case, Zoe Muth,
Diana Jones. Ryan Adams, Ray Lamontagne, Joe Henry, Damien Rice,
Bonnie 'Prince' Billy. Si el peso de una artista se midiera por
la cantidad de admiradores que tiene entre sus compañeros de
profesión, el de la cantante de Lousiana valdría su peso en oro. Al
menos los suficiente como para coger una botella y llenarla de ese
licor dorado del que están hechas las canciones de Lucinda
Williams.
Te paso dos enlaces dedicados a Lucinda en el blog orphans of Waits
ResponderEliminarhttp://orphansofwaits.blogspot.com.es/2014/01/el-blues-duna-dona-felic-for-sake-of.html
http://orphansofwaits.blogspot.com.es/2016/01/a-birthday-present-for-lucinda-williams.html
Saludos desde Mallorca y enhorabuena por tu interesantísimo blog