2/2/14

Lucinda Williams, aquel salvaje oeste



En la hoja de ruta de aquella mujer de Louisiana no parecía haber hueco para la palabra éxito. Sus dos primeros discos, editados allá por finales de la década de los setenta, habían caído en saco roto en un mundo secuestrado por las hombreras y los sintetizadores. El antaño espíritu agitador del rock&roll había pasado a convertirse en producto para la primera generación MTV, mientras las viejas historias de carreteras perdidas y amores en la parte de trasera la camioneta se perdían por el retrovisor. El country, tradición revitalizada por Gram Parson, Johnny Cash y el resto de forajidos de las llanuras del sur, había sucumbido también a las mieles de la industria, concentrada en la capital de la pedal steel: Nashville. El horizonte, en definitiva, parecía poco esperanzador para los cantautores de polvo y espuelas.

Sin embargo, quizás fue esta falta de presión, esa ausencia de un foco que obligara a seguir los designios de las grandes compañías, la que permitió que las melodías de Hank Williams y Waylon Jennings se filtraran en pequeñas dosis reivindicadas, ahora, con el paso de los años. Ahí están X, Jason & The Scorchers, Green on Red o incluso unos jovencitos R.E.M. para ejercer de testigos. No obstante, a pesar de que de una u otra forma todas estas formaciones mantenían viva la llama de Cash, Parsons y compañía, también es cierto que ninguna de ellas aspiraba a poner patas arriba la acomodada industria de Nashville. Alumbrados al calor de la explosión punk, carecían del impulso o las ganas necesarias para releer a los clásicos. Justo al contrario que Lucinda Williams, que con esos dos primeros álbumes de tono sepia había demostrado su capacidad para reinterpretar con maestría el catálogo blues y folk. Así, cuando en 1988 la compañía independiente Rough Trade editaba el disco homónimo de la norteamericana, el mundo parecía listo para dar una nueva oportunidad al country.

La cosa, no obstante, no parecía fácil. Estados Unidos se preparaba para la llegada de una nueva generación de bandas que de tono depresivo y guitarras saturadas. El grunge llamaba desde la fría Seattle, muy lejos de las tostadas tierras de Kentucky y Texas. Y sin embargo, hubo alguno que se las ingenió para maridar la tradición del songwriter con las atmósferas asfixiantes de la nueva ola de rock independiente. Uncle Tupelo, con unos jovencitos Jay Farrar y Jeff Tweedy a la cabeza, darían el pistoletazo a la vena más alternativa del country con su debut de irónico título: No Depression. Claro que unos meses antes Williams ya había hecho lo propio con un regreso, condenado desde el principio a pasar bajo el radar del gran público.

No era sólo que la figura de Lucinda no encajara en lo que la industria esperaba de una chica cowboy. Desde Loretta Lynn hasta Dolly Parton pasando por Patsy Clyne o Linda Rondstat, las artistas del country se habían visto obligadas a mostrar su fachada más rocosa y segura frente a un mundo controlado por el lado masculino de la balanza. No obstante, en plena década de los ochenta, no eran pocas las que apostaban por salirse del molde impuesto desde Nashville. Nanci Griffith, natural de Texas, había quebrado su imparable carrera al estrellato con un directo en el que desnudaba el country pomposo de sus anteriores discográficas. One Fair Summer Evening marcaría el comienzo de un giro hacia un cancionero propio cargado de melodías folk-rock. Algo parecido a lo que había hecho Rosanne Cash, hija del mítico 'hombre de negro', en King's Record Shop.

Los referentes estaban ahí, al alcance de la mano. Sin embargo, Lucinda parecía caminar por una senda todavía virgen e inexplorada. Un horizonte que ni caía en las mieles del edulcorado pop cowboy de la 'Music City' ni se extraviaba entre la experimentación punk de espíritu adolescente. Vocación independiente sin tener que renunciar a una bonita canción. Country-rock, en definitiva. No tan alejado de Gram Parsons o el Dylan de John Wesley Harding como pudiera parecer, pero con el nervio suficiente como para conectar con una nueva generación de buscadores de oro melódico. Sólo así se explica que Rough Trade, disquera independiente que había construido su fama a base de apoyar las nuevas bandas del pop independiente británico, apostara por este nuevo talento llegado desde la soleada Lousiana.


Argumentos no le faltaban. Lucinda Williams era un álbum imponente, que mostraba por primera vez a una artista con voz propia. No obstante, habían pasado ocho años desde su última referencia. Tiempo de sobra para convertir el impulso revivalista (no olvidemos que esos dos primeros discos fueron editados por American Folkways) en cancionero de vocación autobiográfica. Lo que ocurrió durante esos años de travesía por el el desierto permanece en su mayor parte en el olvido. Lo que parece claro, un cuarto de siglo después, es que la espera mereció la pena.

Por el camino la norteamericana había recogido un puñado de historias que plasmar sobre un pentagrama. Relatos de aroma clásico, pinchando en la gran tradición norteamericana. Letras de corazones rotos y maletas rumbo a la gran ciudad. No, en el fondo no era nada nuevo. Sin embargo, en la voz de Lucinda aquellas historias parecían nuestras. Lejos de convertir el salvaje oeste, el sur al final del sur, en estampa de postal y capricho exótico, la artista tiraba de honestidad. Sí, aquella mujer que abandona los bares polvorientos de carretera para buscar su sueño entre rascacielos en The Night's Too Long podía ser ella misma. También tú. Y cualquiera que hubiera tomado la senda del 'one way ticket' hacia la vida. Escuchando Big Red Sun Blues uno podía sentir la tristeza de aquella voz dulce. Haciendo girar Like A Rose, caer enamorado de la sencillez de sus cuatro acordes. Pinchando Crescent City, soñar con viajar al French Quarter de Nueva Orleans.

El cómputo final arrojaba un diamante en bruto, una mujer difícil de pulir, de fachada blues aunque con un corazón lleno de sabiduría country-folk. Preparada para dar un salto, que pudo ser al vacío. Aquel disco de 1988 cayó en la caja de álbumes de culto, ensombrecido por las versiones que artistas con mayor caché hicieron de aquellas canciones. Emmylou Harris, Tom Petty. Ahí estaba la prueba de que las historias eran universales, traspasaban el filtro del simple country de academia. Sin embargo, el reconocimiento siguió llegando de interpretaciones ajenas. En 1994 Passionate Kisses alcanzaba el Grammy a mejor canción country gracias a la voz de Mary Chapin Carpenter. Y sí, a pesar de que Lucinda lo había vuelto a hacer con Sweet Old World, pocos eran los que conocían en ese momento a aquella pluma llegada desde Lousiana.

La cosa cambiaría con un Car Wheels On Gravel Road, punto de inflexión de una carrera que no ha parado de crecer y dar buenos momentos a los amantes de las canciones bien contadas. Un álbum que, posiblemente, elevara la siempre modesta fama de una cantante country que un día soñó con triunfar en la gran ciudad. No obstante, muchos antes de ese éxito, hubo unos pocos que creyeron en la maestría de sus composiciones. Rough Trade por delante, claro. Steve Earle, que le invitó a participar en su gran I Feel Alright. La propia Emmylou Harris, que volvió a repetir con una versión de Sweet Old World para su disco Wrecking Ball. Hasta un aparentemente lejano Vic Chesnutt, que antes de convertirse en personaje de culto entre la parroquia indie-folk, se atrevió a bautizar una canción con el nombre de la artista de Lake Charles. Y un centenar más que en estos últimos 25 años han rendido tributo a sus melodías. Eilen Jewell, Tift Merritt, Neko Case, Zoe Muth, Diana Jones. Ryan Adams, Ray Lamontagne, Joe Henry, Damien Rice, Bonnie 'Prince' Billy. Si el peso de una artista se midiera por la cantidad de admiradores que tiene entre sus compañeros de profesión, el de la cantante de Lousiana valdría su peso en oro. Al menos los suficiente como para coger una botella y llenarla de ese licor dorado del que están hechas las canciones de Lucinda Williams.

1 comentario:

  1. Te paso dos enlaces dedicados a Lucinda en el blog orphans of Waits

    http://orphansofwaits.blogspot.com.es/2014/01/el-blues-duna-dona-felic-for-sake-of.html

    http://orphansofwaits.blogspot.com.es/2016/01/a-birthday-present-for-lucinda-williams.html

    Saludos desde Mallorca y enhorabuena por tu interesantísimo blog


    ResponderEliminar