24/3/14

Los pequeños héroes de Hurray For The Riff Raff


Supongo que fue Kerouac quien convirtió la carretera en mito. Él y los miles que, antes que el escritor norteamericano, desenrollaron sus vidas al ritmo de los cruces y las cunetas. Desde que el hombre se lanzó a la conquista del oeste ha habido algo sagrado en esa manera de mirar al horizonte. Sencilla, como una canción de Woody Guthrie. Salvaje, como una paisaje de Cormac McCarthy. Precisamente fue el cantautor de Oklahoma uno de los primeros músicos populares en enfilar su guitarra rumbo al sol. Después le siguieron cientos de escritores, poetas, compositores de tonadas, locos y sedientos de aventura. Hank Williams en el asiento trasero de un Cadillac, Dylan tras esas gafas oscuras, Lucinda Williams conquistando la ciudad con su country quebrado. Todo músico que quiera ser respetado por sus compañeros de profesión debería graduarse en la universidad de la autopista y la furgoneta.

Algo pareció debió pensar Alynda Lee Segarra cuando, recién cumplidos los 17, decidió abandonar el Bronx neoyorquino para cruzar Estados Unidos. Saltando de tren a tren, como aquellos héroes rumbo a la gloria que acompañaban a Woody Guthrie al comienzo de Bound For Glory. Por suerte, aquel viaje no fue en vano y la cantante encontró un hogar junto a la banda Dead Men Street Orchestra. Músicos callejeros, en busca de una propina a cambio de una canción. Allí, en las aceras, cuando el frío aprieta y las esquinas son el único refugio, se demuestra el valor de un intérprete. Allí, donde cada uno es libre de cantar lo que buenamente sepa o quiera, se curten los dedos y las gargantas. Suerte que Alynda, tras dos años vagando por el mapa, topó con la ciudad soñada por cualquier músico.

Su nombre, claro, es Nueva Orleans. La ciudad en la que cabe el rhythm&blues de Fats Domino y el country de Lousiana, el blues tristón y el gospel más santo del Mississippi. Un catálogo recogido de alguna forma en Small Town Heroes, última referencia de Alynda Lee Segarra bajo el paraguas de Hurray For The Riff Raff. Si en su anterior trabajo, My Dearest Darkest Neighbor, la intérprete se dejaba retratar como una forajida a costa de canciones ajenas (De Leadbelly a Billie Holiday pasando por Harrison), en este la neoyorquina adorna su paleta con violines, guitarras eléctricas y mandolinas. Como si quisiera rendir tributo a esa ciudad colorida y caótica, famosa por sus desfiles y su French Quarter. A pesar de todo Segarra no pierde el tono confesional de Look Out Mama, disco que en 2012 le puso en el punto de mira de revistas como Paste, Mojo o medios como la NPR o el New York Times.

En Small Town Heroes hay sitio para mojar a Gillian Welch en las aguas del golfo (Good Times Blues) y para contar historias a lo Townes Van Zant (Small Town Heroes). En St. Roch Blues Alynda convierte una tonada que podría haber sido firmada por Sonny Boy Williamson en una suave brisa soul. The Body Electric recupera la tradición de las murder ballads con solemnidad y estilo. También queda tiempo para una lectura canónica en clave bluegrass (Blue Ridge Mountain) y un epílogo digno de la parroquia más devota de Nueva Orleans (Forever Is Just A Day). End Of The Line pone ritmo al Ninth Ward, hogar de la escena songwriter de Nueva Orleans. Y tras aquel accidente del estribillo de Crash On The Highway se esconden los buenos momentos en el BJ's Bar de Bywater. “It's so hard to love someone in this cold world” recita Segarra en Levon's Dream, uno de los pocos momentos en los que se deja embargar por la melancolía. Por suerte, el pasacalles festivo de I Know It's Wrong (but It's All Right) llega al rescate.

El balance final arroja un disco empapado en raíces musicales, que tan pronto recuerda a clásicos como The Carter Family como se suma a la nueva generación de renovadoras del género. Un tren en el que Alynda Lee Segarra reclama su lugar a golpe de acordes de guitarra y melodías cristalinas. Llenando su repertorio con historias de hombres anónimos y modestos. Héroes que no van a caballo ni salen siempre victoriosos, como en las viejas películas del oeste, pero que saben disfrutar con una buena canción y un trago en un bar.

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