16/7/14

John Fullbright: canciones para una noche de verano



Resulta sencillo hablar de John Fullbright. El joven artista norteamericano cuenta con una historia sin grandes aristas. De origen humilde y carácter modesto, en su biografía uno encuentra poco o nada reseñable más allá de una ciudad de origen, Okemah, cuna de la leyenda del folk norteamericano Woody Guthrie. No es lo único, no obstante, que este nativo de Oklahoma comparte con el compositor de This Land Is Your Land. Su música, al igual que la del bardo, transita por las plácidas aguas del folk cristalino, a ratos coqueteando con el blues, sonando más áspero cuando se encomienda al country. En cualquier caso, nada nuevo. John Fullbright podría pasar, sin duda, como uno de tantos caminantes que transitan aquel cruce de caminos bautizado como Americana.

Quizás por ello resulta chocante que su nombre haya circulado con cierta frecuencia entre los candidatos a nueva estrella de la música de raíces en los últimos dos años. También que su debut, editado en 2012, terminara nominado a mejor disco en la categoría de Americana en los premios Grammy. From The Ground Up -así se titulaba la colección- mostraba a un artista todavía sin pulir, demasiado apegado a los estándares, aunque con un talento innato para la interpretación. En cualquier caso, lo suficientemente atrevido como para llamar la atención de unos cuantos y colarse entre lo mejor del año para la prestigiosa revista No Depression. Argumentos no faltaban. Desde la delicadeza de Me Wanting You hasta la épica de Jericho, el de Okemah repasa en doce cortes todo su catálogo de habilidades sin apenas resbalar. Quizás se echaba de menos algo de personalidad, claro, pero nada que no pudiéramos achacar a cualquier artista de 21 años.

En estos días Fullbright regresa a los titulares con una nueva colección que viene a confirmar las buenas vibraciones que nos había dejado su debut. Un disco que el norteamericano ha bautizado bajo el modesto nombre de Songs. Directo. Sin más adjetivos. Como si quisiera subrayar esa sencillez que le acompaña, al mismo tiempo que pone el foco en aquello que debería encabezar la lista de prioridades de todo compositor: las canciones. En estos tiempos de leyendas y epopeyas infladas, Fullbright tira de humildad. Sus canciones nunca tendrán el látigo político de su vecino más ilustre, ni siquiera la profundidad de grandes del género como Townes Van Zandt o Waylon Jennings. Sin embargo, a cambio, el norteamericano seduce con sus relatos de huidas y finales felices, de noches al calor de una buena botella de vino.

Y es que Songs parece hecho para ser disfrutado en la mecedora del porche durante una calurosa tarde de verano. O al caer el sol, apoyado en el quicio de la puerta trasera, mientras el aire de la montaña refresca los campos de cebada. John Fullbright nos ofrece un traqueteo sencillo, sentado al piano, meciéndose entre la inocencia juvenil y la tradición norteamericana del folk y el gospel. Con algunas pinceladas de soul y blues por aquí y por allá. Como ejemplo quedan esas armonías que aparecen en Keeping Hope Alive descorriendo las cortinas del salón. O esa pedal steel de Until You Were Gone. Sutil y con clase. Más musculosa entra Never Cry Again, joya pop que abre la segunda cara del vinilo con toda la banda acompañando al protagonista. Coincide en esto con Going Home, que recuerda con ese armónica a un Springsteen resurgiendo de las cenizas de su viaje por Nebraska.

Al otro lado de la mezcla, apuntando al compositor más tristón y sentido, aparecen cortes como Write A Song (el sentimiento blues), She Knows (Fullbright recordando a un delicado Rufus Wainwright) o When You're Here (en este caso compartiendo confidencias con el Elton John de Honky Château). All That You Know enciende nota a nota las bombillas de una carretera solitaria, como un Luther Russell apurando el último trago de la noche. Casi al final, acaso cansado de cabalgar a solas, el músico vuelve a invitar a toda la banda en The One That Lives Too Far, anticipo de aquel cierre en la gran autopista. “You take the high road to freedom / I take the low road to you” reza el estribillo de High Road, canción central de un disco que hace bueno su título. También aquel dicho que afirma que una buena canción es aquella que cuenta una buena historia. Y, de eso, Fullbright va sobrado.

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