Resulta sencillo hablar de John
Fullbright. El joven artista norteamericano cuenta con una historia sin grandes aristas. De origen
humilde y carácter modesto, en su biografía uno encuentra poco o
nada reseñable más allá de una ciudad de origen, Okemah, cuna de
la leyenda del folk norteamericano Woody Guthrie. No es lo único, no
obstante, que este nativo de Oklahoma comparte con el compositor de
This Land Is Your Land. Su música, al igual que la del bardo,
transita por las plácidas aguas del folk cristalino, a ratos
coqueteando con el blues, sonando más áspero cuando se encomienda
al country. En cualquier caso, nada nuevo. John Fullbright podría
pasar, sin duda, como uno de tantos caminantes que transitan aquel
cruce de caminos bautizado como Americana.
Quizás por ello resulta chocante que
su nombre haya circulado con cierta frecuencia entre los candidatos a
nueva estrella de la música de raíces en los últimos dos años.
También que su debut, editado en 2012, terminara nominado a mejor
disco en la categoría de Americana en los premios Grammy. From The
Ground Up -así se titulaba la colección- mostraba a un artista
todavía sin pulir, demasiado apegado a los estándares, aunque con
un talento innato para la interpretación. En cualquier caso, lo
suficientemente atrevido como para llamar la atención de unos
cuantos y colarse entre lo mejor del año para la prestigiosa revista
No Depression. Argumentos no faltaban. Desde la delicadeza de Me
Wanting You hasta la épica de Jericho, el de Okemah repasa en doce
cortes todo su catálogo de habilidades sin apenas resbalar. Quizás se echaba de menos algo de personalidad, claro, pero nada que no pudiéramos achacar a
cualquier artista de 21 años.
En estos días Fullbright regresa a los titulares con una nueva
colección que viene a confirmar las buenas vibraciones que nos había
dejado su debut. Un disco que el norteamericano ha
bautizado bajo el modesto nombre de Songs. Directo. Sin más
adjetivos. Como si quisiera subrayar esa sencillez que le acompaña, al mismo tiempo
que pone el foco en aquello que debería encabezar la lista de
prioridades de todo compositor: las canciones. En estos tiempos de
leyendas y epopeyas infladas, Fullbright tira de humildad. Sus
canciones nunca tendrán el látigo político de su vecino más
ilustre, ni siquiera la profundidad de grandes del género como
Townes Van Zandt o Waylon Jennings. Sin embargo, a cambio, el
norteamericano seduce con sus relatos de huidas y finales felices, de
noches al calor de una buena botella de vino.
Y es que Songs parece hecho para
ser disfrutado en la mecedora del porche durante una calurosa
tarde de verano. O al caer el sol, apoyado en el quicio de la puerta
trasera, mientras el aire de la montaña refresca los campos de
cebada. John Fullbright nos ofrece un traqueteo sencillo, sentado al
piano, meciéndose entre la inocencia juvenil y la tradición
norteamericana del folk y el gospel. Con algunas pinceladas de soul y blues por aquí
y por allá. Como ejemplo quedan esas armonías que aparecen en Keeping Hope Alive descorriendo las cortinas del salón. O esa pedal steel de
Until You Were Gone. Sutil y con clase. Más musculosa entra Never Cry
Again, joya pop que abre la segunda cara del vinilo con toda la banda
acompañando al protagonista. Coincide en esto con Going Home, que recuerda con ese armónica a un Springsteen resurgiendo de las
cenizas de su viaje por Nebraska.
Al otro lado de la mezcla, apuntando al compositor
más tristón y sentido, aparecen cortes como Write A Song (el
sentimiento blues), She Knows (Fullbright recordando a un delicado Rufus
Wainwright) o When You're Here (en este caso compartiendo confidencias con el Elton John de Honky Château). All That You Know enciende nota a nota las bombillas de una carretera solitaria, como
un Luther Russell apurando el último trago de la noche. Casi al final,
acaso cansado de cabalgar a solas, el músico vuelve a invitar a toda
la banda en The One That Lives Too Far, anticipo de aquel cierre en la gran autopista. “You take the high road to freedom / I take the low
road to you” reza el estribillo de High Road, canción central de un disco que hace bueno su título. También aquel dicho que afirma que una
buena canción es aquella que cuenta una buena historia. Y, de eso, Fullbright va sobrado.
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