Hay algo admirable en esos artistas que
no se dejan vencer por una canción. Terco, si prefieren llamarlo
así. Pero loable a fin de cuentas. Compositores que no abandonan sus
creaciones a mejor suerte, que las miman, viven con ellas por un
tiempo y un día deciden volverlas vestir a su antojo. La historia
está llena de ejemplos de estas restauraciones hechas con arrojo,
sabiduría o simplemente irreverencia. Sin embargo, en tiempos como
los que corren, ahora que las canciones se desgastan al tercer
telediario, pocos son los que se atreven a cargar con una melodía
más allá de la vuelta de la esquina.
De largos viajes y mudanzas sabe mucho
MC Taylor. El músico, más conocido por liderar el proyecto Hiss Golden Messenger, ha protagonizado una de las epopeyas sonoras
más singulares de los últimos años. Aunque su historia tenga poco
de legendario. Criado musicalmente en las costas californianas, el
artista decidió hace un lustro mudarse a las Blue Ridge Mountains de
Carolina del Norte, viejo hogar de nativos americanos, escenario de
pequeñas historias de labradores y granjeros. En aquel paraje
montañoso, en el que el sonido del río bravo se mezcla con el olor
a leña quemada, nacieron las canciones de Bad Debt, primer disco
netamente compuesto y realizado por Taylor. Un álbum que parece
firmado por un fantasma, un Robert Johnson del folk, un artista
ausente que se limita a dejar un rastro de canciones que cortan el
aliento. Para los que quieren acercarse a él, Bad Debt (2010) podría
ocupar las coordenadas de un Nebraska perdido en mitad del monte o un Blood On The
Tracks sin consuelo ni mujer a la que llorar. En definitiva, el
testamento de un nuevo artista que ha encontrado algo que contar,
pero que todavía no sabe cómo hacerlo.
Aquella colección desnuda y sin
brújula, grabada por Taylor a solas con su guitarra en su cocina,
mientras su hijo dormía en la cuna, terminaría, no obstante,
convirtiéndose en el mapa que guiaría buena parte de la trayectoria
de Hiss Golden Messenger. Poor Moon, (2012) su siguiente trabajo, estaba
construido en gran parte a partir de reinterpretaciones -esta vez con
banda- de las canciones de Bad Debt. Lateness Of Dancers (2014), su
reciente nuevo disco, finaliza con una versión de Drum, la canción
que cerraba aquel álbum desolador. Una lectura alegre y jovial,
apoyada sobre el sonido de ese fiddle festivo, como si el Taylor que
canta ahora a la buena nueva fuera una persona diferente a aquel
padre que apenas podía levantar la voz por encima de los acordes de
su guitarra por miedo a despertar al recién nacido.
Y, en cierta medida, así es. Por lo
pronto Taylor ha encontrado en estos últimos cuatro años a varios
compañeros de viaje. A su fiel escudero Scott Hirsch (más de
una década de amistad musical les unen), se han unido también el
guitarrista William Tyler (miembro de Lambchop), los hermanos Cook de
Megafaun y la cantante de Mountain Man, Alexandra Sauser-Monnig,
diamante en bruto de las sesiones del reciente Lateness Of Dancers.
Lejos queda aquel Taylor solitario, incapaz de dar forma a unas
canciones que se negaban a ser encorsetadas. Y es que la música de
Hiss Golden Messenger, aunque con pilares situados dentro de la
tradición del folk-rock norteamericano, extiende sus dominios hacia
el soul o el groove más sincopado. No resulta raro ver a MC Taylor
mezclando a JJ Cale y a Lee Perry o a Gillian Welch con
Sly & The Family Stone. Un maridaje que, a primera vista, puede
sonar rebuscado, demasiado iconoclasta para los buscadores de
esencias; pero que, cuando pone a la voz de Taylor en el centro,
suena tan natural como una canción de John Martyn o The Waterboys.
Es esta visión abierta, generosa, sin
miedos ni prisioneros, la que ha permitido al artista enlazar una
serie de discos que le colocan en primera linea de la Americana
actual. Si Matthew E. White hizo lo propio la temporada pasada con
debut remojado en gospel-soul y The War On Drugs ha sellado su
epopeya con el mayúsculo Lost in A Dream, MC Taylor parece haber
encontrado en Lateness of Dancers su propio equilibrio entre
tradición y modernidad. Ahí tenemos Mahogany Dread, joya pop que
mezcla a los Fleetwood Mac más clásicos con el pulso de una
producción hecha en pleno siglo XXI. Más atrevida suena Southern
Grammar, que bajo esas capas de graves sacados de un disco de Stevie
Wonder deja caer una canción que no desentonaría en cualquier lista
hecha por el plumilla de turno para Pitchfork o la NME.
No obstante, si por algo sobresale
Lateness of Dancers es por esas baladas reposadas, de guitarra y
chimenea. Canciones como Chapter & Verse o la que da título al
disco coinciden en forma con aquellas que componían Bad Debt, pero,
lejos de dejar esa sensación de desconsuelo, arrullan con la calidez
de un abrazo. Cuatro años después Taylor ha conseguido construir un
hogar en el que cobijarse, una cabaña en el que sentirse libre sin
necesidad de reivindicar a cada paso una manera de hacer canciones.
Escuchando Saturday's Song entran ganas de echarse la manta al hombro
y lanzarse carretera abajo. Day O Day tiene la capacidad de salvar el
día más amargo. Y Lucia, con esos ecos a la guitarra de JJ Cale, hace que las
caderas comiencen a contonearse al ritmo de esa voz llena de soul. La
alegría que desprende Lateness of Dancers es la alegría de aquel
que ha encontrado un hogar, el final de una búsqueda que tiene poco
de leyenda y mucho de esfuerzo, de trabajo artesano. MC Taylor no se
rinde ante una canción.Y eso, siempre es de agradecer.
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