1/11/14

Hiss Golden Messenger, la victoria de las canciones


Hay algo admirable en esos artistas que no se dejan vencer por una canción. Terco, si prefieren llamarlo así. Pero loable a fin de cuentas. Compositores que no abandonan sus creaciones a mejor suerte, que las miman, viven con ellas por un tiempo y un día deciden volverlas vestir a su antojo. La historia está llena de ejemplos de estas restauraciones hechas con arrojo, sabiduría o simplemente irreverencia. Sin embargo, en tiempos como los que corren, ahora que las canciones se desgastan al tercer telediario, pocos son los que se atreven a cargar con una melodía más allá de la vuelta de la esquina.

De largos viajes y mudanzas sabe mucho MC Taylor. El músico, más conocido por liderar el proyecto Hiss Golden Messenger, ha protagonizado una de las epopeyas sonoras más singulares de los últimos años. Aunque su historia tenga poco de legendario. Criado musicalmente en las costas californianas, el artista decidió hace un lustro mudarse a las Blue Ridge Mountains de Carolina del Norte, viejo hogar de nativos americanos, escenario de pequeñas historias de labradores y granjeros. En aquel paraje montañoso, en el que el sonido del río bravo se mezcla con el olor a leña quemada, nacieron las canciones de Bad Debt, primer disco netamente compuesto y realizado por Taylor. Un álbum que parece firmado por un fantasma, un Robert Johnson del folk, un artista ausente que se limita a dejar un rastro de canciones que cortan el aliento. Para los que quieren acercarse a él, Bad Debt (2010) podría ocupar las coordenadas de un Nebraska perdido en mitad del monte o un Blood On The Tracks sin consuelo ni mujer a la que llorar. En definitiva, el testamento de un nuevo artista que ha encontrado algo que contar, pero que todavía no sabe cómo hacerlo.

Aquella colección desnuda y sin brújula, grabada por Taylor a solas con su guitarra en su cocina, mientras su hijo dormía en la cuna, terminaría, no obstante, convirtiéndose en el mapa que guiaría buena parte de la trayectoria de Hiss Golden Messenger. Poor Moon, (2012) su siguiente trabajo, estaba construido en gran parte a partir de reinterpretaciones -esta vez con banda- de las canciones de Bad Debt. Lateness Of Dancers (2014), su reciente nuevo disco, finaliza con una versión de Drum, la canción que cerraba aquel álbum desolador. Una lectura alegre y jovial, apoyada sobre el sonido de ese fiddle festivo, como si el Taylor que canta ahora a la buena nueva fuera una persona diferente a aquel padre que apenas podía levantar la voz por encima de los acordes de su guitarra por miedo a despertar al recién nacido.

Y, en cierta medida, así es. Por lo pronto Taylor ha encontrado en estos últimos cuatro años a varios compañeros de viaje. A su fiel escudero Scott Hirsch (más de una década de amistad musical les unen), se han unido también el guitarrista William Tyler (miembro de Lambchop), los hermanos Cook de Megafaun y la cantante de Mountain Man, Alexandra Sauser-Monnig, diamante en bruto de las sesiones del reciente Lateness Of Dancers. Lejos queda aquel Taylor solitario, incapaz de dar forma a unas canciones que se negaban a ser encorsetadas. Y es que la música de Hiss Golden Messenger, aunque con pilares situados dentro de la tradición del folk-rock norteamericano, extiende sus dominios hacia el soul o el groove más sincopado. No resulta raro ver a MC Taylor mezclando a JJ Cale y a Lee Perry o a Gillian Welch con Sly & The Family Stone. Un maridaje que, a primera vista, puede sonar rebuscado, demasiado iconoclasta para los buscadores de esencias; pero que, cuando pone a la voz de Taylor en el centro, suena tan natural como una canción de John Martyn o  The Waterboys.

Es esta visión abierta, generosa, sin miedos ni prisioneros, la que ha permitido al artista enlazar una serie de discos que le colocan en primera linea de la Americana actual. Si Matthew E. White hizo lo propio la temporada pasada con debut remojado en gospel-soul y The War On Drugs ha sellado su epopeya con el mayúsculo Lost in A Dream, MC Taylor parece haber encontrado en Lateness of Dancers su propio equilibrio entre tradición y modernidad. Ahí tenemos Mahogany Dread, joya pop que mezcla a los Fleetwood Mac más clásicos con el pulso de una producción hecha en pleno siglo XXI. Más atrevida suena Southern Grammar, que bajo esas capas de graves sacados de un disco de Stevie Wonder deja caer una canción que no desentonaría en cualquier lista hecha por el plumilla de turno para Pitchfork o la NME.

No obstante, si por algo sobresale Lateness of Dancers es por esas baladas reposadas, de guitarra y chimenea. Canciones como Chapter & Verse o la que da título al disco coinciden en forma con aquellas que componían Bad Debt, pero, lejos de dejar esa sensación de desconsuelo, arrullan con la calidez de un abrazo. Cuatro años después Taylor ha conseguido construir un hogar en el que cobijarse, una cabaña en el que sentirse libre sin necesidad de reivindicar a cada paso una manera de hacer canciones. Escuchando Saturday's Song entran ganas de echarse la manta al hombro y lanzarse carretera abajo. Day O Day tiene la capacidad de salvar el día más amargo. Y Lucia, con esos ecos a la guitarra de JJ Cale, hace que las caderas comiencen a contonearse al ritmo de esa voz llena de soul. La alegría que desprende Lateness of Dancers es la alegría de aquel que ha encontrado un hogar, el final de una búsqueda que tiene poco de leyenda y mucho de esfuerzo, de trabajo artesano. MC Taylor no se rinde ante una canción.Y eso, siempre es de agradecer.

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