20/1/15

Ryley Walker, geometría folk


Tipos con talento hay muchos. Malabaristas de la canción, delineantes de las seis cuerdas, maestros en el noble arte de la composición. Levanta una piedra y encontrarás un puñado de artistas en busca de una voz propia. Pocas la encuentran, claro. En este mundo en el que la novedad se convierte al instante en nostalgia, difícil es discernir entre el original y la copia, el tipo con duende de verdad y el simple imitador que se limita a deletrear nota a nota las melodías de su maestro.

La primera vez que uno escucha la música de Ryley Walker tiene la sensación de haber recorrido con anterioridad esos caminos, esas campiñas inglesas de frondosos verdes, de vacaciones al final del verano y casones con tejados grises. Bert Jansch, Tim Hardin, Nick Drake vienen a la memoria. Sobre todo este último, con su técnica depurada y su tristeza contagiosa. Cuando uno escucha de nuevo All Kinds Of You, el estreno discográfico de Walker, comienza a captar los pequeños detalles. Un arpegio por aquí, una voz suave por acá, unos punteos que arrullan por allá. Es lo que tiene el folk minimalista, el songwriter espartano a solas con su guitarra, que engaña con su sencillez. Mientras otros optan por lucir ropas vistosas -los arreglos de cuerda del reciente disco de Damien Rice, la negritud psicodélica del último trabajo de Ray Lamontagne- Walker permanece fiel al menos es más.

A pesar de todo, el propio Walker reconoce que su música tiene algo de virtuosismo, de mago de la guitarra acústica. No nos importa. Esa aritmética folk a base de acordes perfectamente perfilados traquetea en Green River Road, se arruga en Blessings, parece un juego infantil en Tanglewood Spaces. Geometría de lo simple, cuadratura de un círculo que mira tanto a la tradición británica como echa mano de los forajidos norteamericanos. Al final, sorbo a sorbo, uno termina sumergido en esa bruma que abraza y acuna, suspendido en un tiempo que, sí, rememora capítulos ya vividos, pero que palpita como si hubiera sido escrito la noche anterior.

Sin ir más lejos, Primrose Green, el sencillo que abre al nuevo trabajo de Walker, recuerda a ese matrimonio entre folk y jazz que Tim Buckley transitó durante buena parte de su carrera. Al Van Morrison de Astral Weeks. Al otoño y las hojas apretándose en las copas de los árboles. A Irlanda y California. Walker descorre las cortinas de su habitación color sepia, deja correr el viento y permite que los acordes fluyan. Después de un disco en el que la melancolía ponía la nota dominante, la nueva referencia del norteamericano asoma en estos fríos días de invierno como antídoto contra la tristeza, con el poder sanador que sólo los discos hechos para perdurar en el tiempo atesoran.

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