6/2/15

Tócala más suave, Kurt


Las canciones de Lambchop son como pequeños ríos, calmadas en la superficie, turbulentas cuando uno intenta hacer pie en el fondo. Al frente siempre, la voz de Kurt Wagner, pausada, tomando prestado el aplomo de Leonard Cohen. Los cristales de sus gafas parecen reflejar un mundo en el que las cosas ocurren a cámara lenta, ajenas al vaivén del día a día. Al menos a primera vista. Cuando uno pone la lupa, el drama, la ironía, el humor, surgen como atributos inseparables de la vida. Sin grandes tragedias, más bien como la confirmación del lento, aunque inevitable, paso del tiempo.

No es de extrañar, pues, que Lambchop nunca hayan triunfado. No es sólo su fachada sonámbula, su traqueteo silencioso. Más bien es ese misterio que envuelve cada una de sus composiciones. Una cierta oscuridad impenetrable, un lenguaje que sólo parecen entender los propios miembros de la banda. Hay algo que siempre se nos escapa cuando escuchamos a Lambchop. Y, sin embargo, es precisamente eso lo que nos hace volver de nuevo sobre sus discos. Como si, de intentarlo una y otra vez, Kurt Wagner fuera a descubrirnos el misterio de la vida.

Nada más lejos. Wagner, nacido en Nashville en 1958, dista mucho de servir de consuelo a los que buscan refugio. Por cada verso ingenioso el músico arroja una decena cortados sin patrón alguno. Cuando no se ríe directamente de nosotros (véase títulos como I sucked my bosses dick o Your fucking sunny day). Quizás tenga algo que ver con el viejo trabajo del compositor. Dedicado durante muchos años a instalar suelos de madera, aquel oficio rutinario parece servir de metáfora a sus canciones. Cálidas, barnizadas, tan pronto capaces de construir un castillo en el aire como de arder lentamente. Tras la batalla apenas queda un rastro, la sensación de que ahí hubo algo que mereció la pena presenciar.

En 2009, después de más de veinte años de carrera, la banda decidió recoger todos esos pedazos diseminados y juntarlos en un disco en directo. Grabado en los estudios de Merge Records, su casa desde 1993, aquel álbum confirma que Lambchop podrían haber ostentado el trono que actualmente ocupan Wilco dentro de la música americana. Cualidades no les faltan. Sin embargo, mientras Jeff Tweedy y los suyos echan mano de referentes que cotizan al alza en el mercado de tendencias (de Neil Young a Television), Kurt Wagner y compañía siempre aspiraron a ser los raros de la clase. Su sonido toma prestado la dulzura de Burt Barach y el funk de Curtis Mayfield, la caricatura de Randy Newman y el crujido polvoriento de Buck Owens. La derrota parecía escrita de antemano.

A todo esto hay que añadirle que el grupo comenzó al calor de la fascinación del propio Wagner por la música de Vic Chesnutt. Otro de los del vagón de cola, compositor de tonadas melancólicas que, tan pronto te amordaza el corazón, como blande una sonrisa cómplice. Su trágico final, su vida sobre una silla de ruedas, no nos debería haber olvidar aquel semblante tranquilo y generoso. Un espíritu que comparten con Lambchop, veneno cubierto de sirope. La formación de Nashville le devolvería el favor en 1998 al ejercer como banda de acompañamiento en The Salesman and Bernadette, aquel álbum en el que Chesnutt tuvo el placer de compartir micrófono con una leyenda como Emmylou Harris.

El círculo se cerraba hace un par de temporadas con Mr. M, colección de canciones que Wagner dedicaba al desaparecido Chesnutt. La gira que le seguía mostraba a unos Lambchop más apagados que de costumbre, dispuestos en círculo sobre el escenario, velando la memoria de su amigo, aliviando el luto con canciones vestidas de terciopelo. Justo al contrario que en el directo de Merge de 2009, jubiloso y catártico. Claro que en ese momento el trovador de la silla de ruedas, aunque tocado, se mantenía todavía de nuestro lado. Wagner, casi como un homenaje, acostumbra a aparecer en escena sentado, apoyado sobre su guitarra. Mientras, sus acompañantes, que pueden variar en número de nueve a diecisiete, intentan reducir al mínimo sus intervenciones en señal de reverencia.

“En Lambchop hay tantas cosas ocurriendo a la vez que intentas tocar lo mínimo para dejar espacio para el resto” aseguraba uno de los músicos de la banda hace un tiempo. Y, sin embargo, bajo esa maraña de melodías, cruces de caminos y estilos, siempre termina apareciendo una ruta común que seguir. Recuerdan en esto a los californianos Beachwood Sparks, a Clem Snide, a los más ásperos Giant Sand liderados por Howe Gelb. Música cósmica americana como acostumbraba a bautizarla Gram Parsons. Música compleja aunque con intención sencilla: aplacar los sinsabores de esta vida. Anestesia para tiempos difíciles suministrada por el doctor Wagner. Kurt, tócala otra vez. Tócala más suave.          


Lambchop - Live at XX Merge from Goran Grubisic on Vimeo.

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