3/3/15

Pops Staples, un padre para el gospel-soul


Su guitarra sonaba tersa, aunque siempre viniera acompañada de una voz pausada y sabia. Con cada uno de sus acordes la tierra temblaba como si Moisés abriera las aguas del Mar Rojo. Él era el padre del gospel moderno, el líder de una tribu que llevó los cantos de iglesia a las calles, los salmos de altar y capilla desparramados por el mapa norteamericano. Pops Staples le cantaba al más allá, pero siempre con los pies en el suelo, consciente de que había una tarea que cumplir antes de abandonar este mundo. Esto ocurriría en el año 2000. Después, eso sí, de 86 años vividos con plenitud y compromiso. Atrás dejaba un legado que sienta sus bases en la música sacra, pero que extiende sus tentáculos hacia territorios más profanos como el folk protesta o el groove funk. Pops Staples era el patriarca del soul con mensaje, el músico que supo convertir la verdad en gospel.

A pesar de todo, el de Mississippi nunca fue amigo de dogmatismos. De convicciones fuertes, el músico tan sólo pedía a sus productores que le suministraran material honesto. “Si quieres componer una canción para nosotros, sólo tienes que leer los titulares”. Nada de novelas rosas e historias de tocador. Pops Staples cantaba para transmitir una palabra, tocaba su guitarra con la única misión de hacer de este mundo un lugar más justo. Una cruzada, más bien una invitación a unirse a esa comunidad, iglesia de puertas abiertas, en el que la lucha por los derechos de la población negra terminaría convirtiéndose en eje central del cancionero durante buena parte de los años sesenta y setenta.

No hay que olvidar que el propio Pops creció en el delta Mississippi, recogiendo algodón para ganarse un sustento, como la mayoría de sus compatriotas afroamericanos. Sin embargo, consciente de que aquello era una condena a una vida llena de pobreza y desgracia, Roebuck -así le habían bautizado sus padres- decidió mudarse a Chicago en cuanto cumplió la mayoría de edad. Sería allí donde comenzaría a cantar en las iglesias de la ciudad, empleando a su prole como acompañantes, haciendo del gospel una manera de llegar a la gente. Pops, no obstante, siguió manteniendo la naturalidad a la hora de tocar la guitarra heredada de sus años en el sur.

Aquella mezcla, mitad barro, mitad material celestial, terminaría dando como fruto un sonido único, solemne, pero vibrante. Como si Charlie Patton hubiera redescubierto su fe en Dios o Mahalia Jackson quemara como el asfalto. Esto permitiría situar a The Staple Singers en primera línea del revival folk que la música norteamericana vivía a comienzos de los sesenta. Ellos fueron los primeros en llevarse una canción de Dylan al lenguaje gospel, ellos fueron los encargados de abrir muchos de los sermones del pastor Luther King, ellos pusieron banda sonora a la marcha a Montgomery del 1965 con el histórico álbum grabado en directo en una iglesia de Chicago y bautizado con el título de Freedom Highway. “Desde esa marcha, la palabra fue revelada y una canción fue compuesta” se puede oír decir a Pops en el disco.

El cabeza de los Staples siempre tuvo madera de predicador, vaya. Quizás por ello, cuando el grupo se escoró hacia territorios más pop con la llegada a Stax, fueron muchos los que le acusaron de haber traicionado sus raíces sacras. Él, dialogante y abierto, se defendía asegurando que nadie le había echado nada en cara cuando asociaban su manera de tocar la guitarra al blues, ese estilo considerado por muchos sucio y pecaminoso. “Cantar blues es contar una historia, y es contar una historia verdadera” afirmaba el músico. Si la iglesia había sido su escuela, su refugio privado, aquel lugar en el que sentirse orgulloso de ser negro; el blues le había enseñado el don de la libertad, la posibilidad de crear un camino propio en una sociedad cargada de prejuicios.

Ese camino, no obstante, siempre estuvo unido al de su familia. Sin ellos el patriarca de los Staples no era nada. El primer disco bajo su firma no llegaría hasta el año 1992. A pesar de todo, sus hijas aparecerían en los créditos, subrayando ese lazo inseparable que le unía a la tribu de Chicago. A este debut le seguiría, un par de años después, un segundo álbum en el que, además de contener revisiones de algunas de las piezas de su songbook, versionaba el clásico de los Impressions People Get Ready. El compromiso del músico con un mensaje no había cambiado con el paso de los años. Tampoco su intención de seguir cantando hasta que el cuerpo dijera basta.

Cuando en el año 2000 Pops Staples fallecía lo hacía con las botas puestas, dejando en el tintero lo que hubiera sido su tercer trabajo en solitario. “No pierdas esto” le confesó a su hija Mavis antes de morir. Ella, quizás por mantener el luto, ha necesitado quince años para cumplir el último deseo de su padre. Entre medias, la pequeña de los Staples se ha ido construyendo, por fin, un nombre propio en la música. Ayudada por productores como Ry Cooder o Jeff Tweedy, lo que confirma que Mavis siempre se sintió más segura en compañía de otros. No es de extrañar, pues, que para Don't Loose This, culminación de esas últimas sesiones con su padre, haya echado mano del clan de los Tweedy -padre e hijo-, como ya hiciera para su reciente One True Vine.

El disco, editado estos días por ANTI-, no es sino el último legado de la gran familia de la canción norteamericana (si exceptuamos, claro, a la Carter Family), pero que lleva estampada la firma de Pops como homenaje al patriarca. También como manera de subrayar el carácter eminentemente enraizado de buena parte del material. Don't Loose This incluye piezas gospel y bálsamos soul, sin embargo, pone el acento en ese blues que Pops aprendió en su infancia. Sweet Home, un mano a mano entre padre e hija, podría haber sido compuesto en una plantación del Mississippi; y Nobody's Fault By Mine, el estándar de Blind Willie Johnson, tiembla con cada acorde de guitarra.

Quizás sea ese acabado crudo y sincero (un acierto por parte de Tweedy) el que hace de este el tratado más honesto en la dilatada discografía del mayor de los Staples. Un disco que late con fuerza, no sólo por recuperar un cancionero que sigue teniendo mucho que decir (La letra de No News Is Goods News tiene igual de validez hoy que hace cincuenta años, Friendship seguirá curándonos las heridas dentro de una década), sino por colocar un hito más en una carretera que dista mucho de tener un final. Puede que Pops aparezca aquí como fantasma, homenajeado en la sombra; que haya habido que añadir unas cuantas guitarras aquí, una batería allí, para redondear el conjunto. Nada de esto quita que su voz suene tan honesta y llena de vida como en cada uno de los discos de The Staples Singers. Habrá que agradecer a Mavis, pues, que decidiera seguir el consejo de su padre. Háganse un favor y no se pierdan esto.   
  

1 comentario:

  1. El disco es impresionante, sigo anonadado desde que lo puse en el plato. De todas maneras, no sorprende si escuchas sus dos obras anteriores. Para mí va estar entre lo mejor del año seguro. Estupenda reseña la tuya; sigo tu blog desde ahora mismo. Saludos

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