Si la vida de un hombre, esa que no
aparece en biografía alguna, se colma con el material que otorgan
los días grises, aquel tiempo aparentemente vacío que se cuela entre
acontecimiento y acontecimiento, es seguro que necesitaríamos varios
tomos para escribir la historia de Bill Fay. El veterano músico
británico atesora uno de los relatos más sencillos y humildes de la
historia de la música popular. Responsable a comienzos de los
setenta de dos discos únicos, de isla desierta y caserón
abandonado, su trayectoria se pierde con el paso de la década hasta
desaparecer en la bruma del anonimato. Él, como quien sabe que en el
fondo el éxito no formaba parte de su destino, sigue componiendo de
puertas para adentro, sin más intención que dar rienda suelta a una
afición, una pasión. Olvidado, como tantos otros, reaparece por
sorpresa en 2012 con Life Is People, tercera pieza de una discografía
breve aunque profunda, un cancionero que hasta la fecha había
circulado prácticamente en secreto.
Durante aquellos 41 años de silencio
Bill Fay tuvo tiempo para seguir componiendo canciones (algunas de
ellas recogidas en recopilatorios como Still Some Light y Tomorrow,
Tomorrow & Tomorrow, editados durante la última década), pero
también para cultivar una vida hogareña, traqueteo suave y ligero
en el que las estaciones se suceden y las arrugas aparecen como
sinónimo de la experiencia. También como recuerdo de un tiempo vivido
con plenitud. Frente al revanchismo, la leyenda, el mito de cartón,
Bill Fay nunca reivindicó un puesto en el vagón de los malditos. Su
música recoge la melancolía de Nick Drake, el eco de esos campos
verdes de un Londres pretérito; pero, frente al malogrado Drake, Fay
supo encajar el golpe. Y así, tal como desapareció en los setenta,
surgió de nuevo en 2012 con un álbum sobrio, cristalino, con ese
verbo metálico y esa voz susurrante. Nada que no hubiéramos
escuchado en los surcos de sus dos trabajos originales. Fay no
necesitaba reinventarse porque, a pesar de la espera, nada había
cambiado en su biografía de bolsillo. Las mismas preguntas eternas
que aparecían en sus canciones de juventud seguían ahí, dispuestas
a ser cantadas de nuevo.
Algo, no obstante, parecía afectar sus
melodías. Frente a los arreglos angulosos de Time Of The Last
Persecution, Life Is People pulía las aristas, suavizaba los
contornos de una canciones talladas sobre las notas de su piano. En
este sentido, el disco de 2012 parecía hermano del inocente debut
homónimo de Fay, aunque añadiéndole a este el poder sanador que
sólo los más veteranos son capaces de inyectar a sus
composiciones. The Healing Day (¿la canción más frágil del último
lustro?) servía para cerrar las cicatrices de la edad, Thank You
Lord recuperaba la temática espiritual tan presente en sus primeros
trabajos, Cosmic Concerto ponía el broche con un mensaje humanista: "Life Is People". En This World Fay comparte micrófono con Jeff
Tweedy, uno de los músicos actuales que más han reivindicado su
figura para las nuevas generaciones. Fay, siempre generoso, le
devuelve el favor unos minutos después rindiendo tributo a Jesus Etc.,
clásico de Wilco que en esta ocasión avanza a tientas, quebradizo,
pinchando en el hueso de la canción.
A pesar del revuelo provocado por aquel
regreso inesperado, la vida del músico siguió su curso sin grandes
sobresaltos. Una interpretación de The Healing Day a solas con su
piano para la BBC se encuentra entre una de sus pocas apariciones en
los últimos años. El propio Fay aseguraba hace poco que nada había
cambiado para él desde 2012. De ahí que a nadie se sorprendiera cuando Dead Oceans anunció hace unas semanas sin grandes fanfarrias
la salida de un nuevo álbum, condenado a figurar en los teletipos de
las revistas de música para desaparecer sin pena ni gloria al día
siguiente. Algunas cosas, nos guste o no, están destinadas a permanecer bajo radar.
En Who Is Sender?, su nuevo trabajo, Fay permanece dentro
de ese fortín interior, escribiendo sin mayor meta que seguir
alimentando sus propias tribulaciones. Ni siquiera War Machine, con
esa imagen tan potente que emana del título, se deja inmutar por el
mundo exterior. Si Time Of The Last Persecution, la canción que daba nombre a su segundo trabajo, tomaba su inspiración de los trágicos
sucesos ocurridos en la universidad de Kent en Mayo de 1970 (los
mismos que protagonizaban Ohio, la canción de Neil Young), War
Machine suaviza su reflexión sobre la condición humana con una
dosis de resignación y desesperación. "There's a hawk in the distance / He ain't praying for forgiveness / I's his nature to kill but mine isn't / But we all kill in ways that he doesn't / As we pay our taxes to the war machine".
A pesar de todo, Fay no se deja
arrastrar por el pesimismo y encuentra en la espiritualidad su camino
de salida. Bring It On Lord es gospel salvífico, emoción hecha voz
y teclados. A Page Incomplete y Who Is Sender? lidian con la propia
condición de Fay como escritor de canciones, sus dudas, su
particular manera de esculpir melodías. Order of The Day abre la
segunda parte de un álbum que había comenzado oscuro, barroco y
anguloso; especialmente en cortes como How Little o Underneath The Sun.
Frente a ellos, The Freedom To Read (¿puede haber un título más
bello?) podría haber encajado con su sencillez en las American
Recordings de Cash, aunque manteniendo ese carácter británico,
triste y esperanzador, renacentista y nostálgico. Al final, inmerso
en ese laberinto interior, el músico consigue encontrar la luz con World Of Life, fanfarria celestial, final tejido con material
angelical.
Por si había alguna duda acerca de la magia inagotable del artista, el álbum incluye en el cierre una
reinterpretación de I Hear You Calling, canción incluida
originalmente en Time Of The Last Persecution, y que en esta ocasión
camina tranquila y reposada, con Fay recreándose en aquellos viejos versos. “I hear you calling from the river bank […] All my life
is lying on the factory floor”. Le acompañan buena parte de los
músicos que participaron en la grabación original, gesto que sirve para cerrar el círculo abierto hace 45 años y demostrar que el molde que Fay
imprime a sus canciones carece de fecha de caducidad. Medio siglo después
el músico británico mantiene ese carácter humilde, aparente
sencillez que esconde, a pesar de todo, interrogantes vitales y
metafísicos bajo la corteza. Puede que su arte sea menor y
silencioso; sin embargo, Fay, cual monje sin más misión que
perpetuar el misterio, es capaz de seguir haciendo de sus canciones
un refugio desde el que mirarnos a nosotros mismos. También una
medicina para aquellos oídos cansados de escuchar cómo el
mundo se cae a pedazos.
Life is People es una rotunda obra maestra, no he escuchado su disco de este año pero me lo pintas muy bien. Saludos
ResponderEliminarLa sensación que me deja es que Life Is People era más cercano al sonido de su debut y este es más oscuro y brumoso como Time Of The Last Persecution. A mucha gente este nuevo no le ha gustado por ser un poco barroco, pero a mí me tiene prendado (especialmente la segunda parte). Saludos Antonio!
ResponderEliminarUno de los mejores discos de lo que va de 2015.
ResponderEliminarUno de los mejores discos de lo que va de 2015.
ResponderEliminarCoincido contigo Blas. Pocos discos me han tocado tanto como este en lo que llevamos de año. Saludos!
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