Ahora que todo está inventado, que la
historia está condenada a repetirse y el rock, a morir tres veces
por semana, podemos quedarnos tranquilos. Charlar de lo divino y lo
humano sin temor a equivocarnos. Sentarnos en el asiento trasero a
ver la vida pasar. Apreciar las cosas, no por su trascendencia, sino
por simple y sano disfrute. Ni Elvis ni Buddy Holly volverán a
cambiar el mundo. El rock fue un mal sueño. Su memoria, fugaz, nos
permite saltar de Nick Lowe a los Byrds, de las melodías adictivas
de los Feelies al goce eléctrico de los Heartbreakers. No hay peligro
porque ya todo da igual.
Y, sin embargo, aquí seguimos
esperando en la cuneta a esa canción que nos enganche, a ese disco
que nos hace llegar tarde a una cita. No hay remedio. Llegados a este
punto es inútil evitarlo. El calor de las primeras filas en la Sala
Sol, las patillas recortadas del tipo de la esquina, una guitarra
vibrando a escasos dos metros. La dosis es familiar, pero no por ello
menos letal. El aguijón entra suave porque hace tiempo que nos
acostumbramos a su chute efímero. Sólo así se explica que, con
frecuencia, pasemos por alto lo extraordinario de aquellos tres
minutos de gloria.
Lo de los cántabros Soul Gestapo es de
sobra conocido. Su forma de hacer rock tiene alma cazallera aunque
exhibe solapas de cuero y espuelas. De ahí que, casi por obligación,
terminaran coincidiendo con el omnipresente Hendrik Röver en su
casa-estudio de Muriedas. Nada que objetar. El cuidado del líder de
Los Deltonos desde la mesa de mezclas nos ha dado demasiadas noches
de enganche como para llegar ahora y empezar a poner peros. No
obstante, aun reconociendo el brillo de álbumes como Just One Day o King Of Fools, aquel coqueteo con las esencias vaqueras escoraba
demasiado a Soul Gestapo hacia terrenos forajidos. Lo suyo, por justicia, era algo más que eso. Llámalo rock, llámalo barniz pop y
mala leche cuando la canción lo merece.
El propio King Of Fools, editado hace
ahora tres años, mostraba el camino de salida. La pintura folk
seguía apareciendo por los flecos del disco, pero aquellas gafas
oscuras de la portada, la penumbra en la mirada de Aitor, Raúl e
Iñaki, avisaban de que estábamos ante algo más. La pena, claro, es
que aquella aventura acabara antes de tiempo. Sus escasas seis canciones
prometían pero no remataban, mostraban la media docena de
direcciones que la música de Soul Gestapo podía tomar, aunque nos
dejaban con la miel en los labios. El tiempo lo dirá, pero King Of
Fools quedará como piedra roseta del trío cántabro, brújula en la
que se dan cita esas dos almas: la polvorienta y su contrapartida
sudorosa y oxidada. El campo estaba abierto.
Point of no return, reciente referencia de
los cántabros, no resuelve la ecuación aunque confirma la buena
nueva: Soul Gestapo no renuncian a nada. Ni falta que les hace.
Grabado en los estudios Moon River de Santander y con el legendario
Mike Mariconda en las labores de masterización, el álbum picotea
en las melodías ebrias de Graham Parker y resucita el fantasma de
Gram Parsons cuando el trío se adentra en terrenos trotones. Los Flamin'
Groovies estarían orgullosos de contar en su repertorio con
canciones como Get In Line o That's when you know. Neil Young podría
haber prestado a sus Crazy Horse para interpretar Love to love.
El festín lo redondean tonadas luminosas como Hey Girl o You're not here. Tampoco nos olvidamos de Countdown a la hora de hacer recuento final. Su blues inflamado sirve como listado de promesas incumplidas, intentos inútiles por congelar el reloj del pasado. Su cuenta atrás previene contra los que pretenden huir enfilando la senda ya recorrida. Soul Gestapo, por suerte, parecen inmunes a la tentación amarga de la nostalgia. Como reza la letra de Tomorrow's Heroes, toca enfundarse la chupa y apartar la mirada del retrovisor. Rendir un breve tributo a nuestros héroes y dejar que se conviertan en polvo. Ya no hay vuelta atrás.
LLL
El festín lo redondean tonadas luminosas como Hey Girl o You're not here. Tampoco nos olvidamos de Countdown a la hora de hacer recuento final. Su blues inflamado sirve como listado de promesas incumplidas, intentos inútiles por congelar el reloj del pasado. Su cuenta atrás previene contra los que pretenden huir enfilando la senda ya recorrida. Soul Gestapo, por suerte, parecen inmunes a la tentación amarga de la nostalgia. Como reza la letra de Tomorrow's Heroes, toca enfundarse la chupa y apartar la mirada del retrovisor. Rendir un breve tributo a nuestros héroes y dejar que se conviertan en polvo. Ya no hay vuelta atrás.
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