Aunque su melena rubia recuerde al perfil dorado de Joni Mitchell, la música de Courtney Marie Andrews tiene mucho de la Emmylou Harris que nos enamora. También del pop dulce y cristalino de Carole King. Lo cual no quita para que, agarrada a su guitarra o sentada al piano, esta cantante de Arizona sea capaz de firmar canciones corajudas, de piel curtida, sencillas en los ropajes, pero honestas como anuncia el título de su último trabajo. De hecho, más allá de las melodías, limpias, siempre al servicio de la canción, lo que más sorprende de esta artista de 26 años es su capacidad para dar en la diana con cada uno de sus versos. Sin grandes florituras, yendo al hueso del asunto, Andrews traza en las diez canciones que componen Honest Life ese sentimiento de ida y vuelta que supone el paso a la madurez. Los errores, las esperanzas y sobre todo las dudas de ese instante en el que los treinta se atisban más cercanos que los inocentes veinte.
“I am an unwritten story / I am a
'when I see you again?'”. A pesar de que Andrews abre su último
disco con una canción titulada Rookie Dreaming, la norteamericana
dista mucho de ser una novata en esto de la música. Con una década
sobre los escenarios, la cuenta personal de la artista incluye
colaboraciones con bandas con Jimmy Eat World y giras con Damien
Jurado como guitarrista de acompañamiento. Entre medias la de
Phoenix ha tenido tiempo para editar tres volúmenes de canciones
bajo su nombre, representantes de la mejor escuela emocional del
folk, testamento vital de una compositora en proceso de crecimiento. En
sus primeras creaciones uno puede encontrar el rastro de Judee Sill o
Judy Collins. También del Mark Kozelek más austero. Una desnudez,
cubierta con el manto del gótico sureño, que parece disiparse en su tercera referencia. Lo que antes eran noches en vela y recuerdos teñidos de
azul, ahora son composiciones escritas en primera persona. Historias
personales que para la artista de Arizona se conjugan en presente.
Table for one, una canción que podría
haber firmado una joven Lucinda Williams, sirve de testimonio para
esos años de giras en solitario, vaivenes en la carretera resumidos
en unos cuantos versos: “Cause i'm a little bit lonely / A little
bit stoned / And I'm ready to go home / You don't want to be like me
/ This life it ain't free / Always chained to when I leave”. Le
sigue Put The Fire Out, reverso de aquella moneda, camino de vuelta a
una patria perdida. “I've made up this road worn on and I'm
sticking around for a while this time”, reza una de las estrofas.
El regreso -a la inocencia, a la infancia, a casa- por desgracia es
imposible. Andrews lo sabe y, sin remordimientos, asume su destino en
15 Highway Lines, tonada de aroma clásico disfrazada de canción de
amor. También lo es How Quickly Your Heart Mends, honky tonk de
barra de bar, canción para bailar con las botas puestas y un pañuelo
en la mano. “The jukebox es playing a sad country song / For all
the ugly Americnas / Now I fell like one of them / Dancing alone and
broken by the freedom”.
Más sentidas y desnudas suenan composiciones como Let The Good One Go o Only In My Mind, baladas de piano de cola,
coloreada con la sencillez de la pedal steel la primera, dulce con
sus arreglos de cuerda la segunda. Ambas cierran las dos caras del
vinilo con sus adioses y sus esperanzas, sus certezas (“They say
good things never die / Well if that's true our love's still alive”)
y sus sueños. Ambas podrían haber encajado en el cancionero de John
Fullbright, otro de esos jóvenes compositores capaces de dibujar un
sentimiento con la más sencilla de las melodías. Honest Life,
canción que da título al lote, por contra, tiene demasiado trazo
personal como para soportar cualquier comparación. En ella Andrews
vuelca todas las enseñanzas aprendidas por el camino. Una
trayectoria que a sus 26 años se arroja ya extensa. Puede que en sus
canciones todavía asome esa inocencia de juventud, fuego y rabia,
ganas de querer comerse el mundo; sin embargo, el poso que dejan es
el de una compositora de espalda curtida, en busca de un camino que
seguir. Como dice uno de los versos de Put The Fire Out: “I'm
here for a while, don't ask me if I'm going”.
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