En algún momento del viaje Drive-By
Truckers decidieron desviarse del camino que la historia les tenia
reservados. Herederos de la mejor tradición del rock de botas y
espuelas, hace un lustro que los de Georgia se reinventaron para
convertirse en algo más que la revisión contemporánea del mito
sureño. Vale, sus raíces confederadas permanecen en lo más hondo
de su cancionero, pero hay algo en el sonido de sus últimos trabajos
que los sitúa en mitad de la gran encrucijada americana, a cientos
de millas de su Alabama natal. Puede que haya sido la deserción de
algunos de sus mejores escuderos en la última década. Puede que sea
el nuevo color abiertamente político que ha adquirido su paleta
lírica. Puede que sea simplemente la edad. Pero hace tiempo que
nuestros camioneros favoritos dejaron de representar aquella versión
del rock&roll empapada en whisky y pólvora. O al menos
decidieron dejar de ser solo eso.
Patterson Hood y Mike Cooley, más de
tres décadas a los mandos del cadillac, se han convertido en el
corazón de una formación que llegó a tener a tipos como Jason
Isbell o Spooner Oldham en sus filas. Poca broma. Sin tiempo para
hacer recuento de bajas los dos fundadores de la banda, compositores
de corto recorrido pero estilo fiel, han decidido apretar filas,
hacer de la debilidad virtud. Quizás Drive-By Truckers nunca
inventaran la rueda. Quizás su pluma social fuera siempre de brocha
gorda, efectiva en el primer golpe, pero falto de cintura. Poco
importa. Su fe en una verdad cantada a golpe de guitarrazos resulta
esperanzadora. Como un recordatorio de que algunos de nuestros
héroes, fieles a ese espíritu indomable, quijotescos en su tozudez,
permanecen al pie del cañón. Pienso en Neil Young. Pienso en todos
aquellos que no bajan los brazos a pesar de la derrota.
Porque sí: la derrota todavía
escuece. Rebobinemos. American Band, el anterior álbum de la
formación publicado hace cuatro años, llegaba en un momento de
shock. Con una campaña electoral a punta de estallar en mitad del
universo yankee, nadie todavía podía imaginarse que el diablo
terminaría ganando la partida. Los de Athens apretaban los dientes
en canciones como Ramon Casiano o What It Means mientras escribían
su propia versión del debate del estado de la unión. Nada nuevo bajo el sol. Los Truckers siempre tuvieron olfato para recoger el
eco de la calle en sus composiciones. Lo que algunos no esperaban es
que Hood y Cooley explotaran su versión más sermoneadora, poniendo
el dedo en la llaga de los que todavía creían que el sueño
americano había vencido con la llegada de Obama a la Casa Blanca. El
golpe, conciso y certero, arrojaba uno de los discos más corajudos y
afilados de la banda hasta la fecha.
Parte de ese aliento permanece ahora en
The Unraveling, la continuación en formato elepé editada hace unos
días. Lejos de bajar el tono, los dos compositores de la banda
mantienen el pulso político de American Band, conscientes de que no
es momento de romper filas. Nueve canciones que radiografían de nuevo el
estado de la nación de las barras y estrellas. Armas, biblias
y mercaderes se dan cita en un álbum más personal que su antecesor,
sí, pero igual de agrio en su entrega. Cuentan Hood y Cooley que
hace un año se juntaron y recopilaron casi dos decenas de nuevas
composiciones listas para ser grabadas. Un torrente creativo que
hubiera alegrado a muchos de sus seguidores, pero que hubiera
emborronado el resultado final. The Unraveling concentra la esencia
más peleona de los Drive-By Truckers. También su habitual capacidad
para dibujar un paisaje, un perfil, una geografía, en apenas unos
versos.
Rosemary with a Bible and a Gun es un
claro ejemplo. La canción que abre el lote sigue la estela de ese
Hood más ensoñador y poético. Como si de un descarte del Darkness
of the Edge of Town springsteeniano se tratara, la composición sopla
suavemente sobre la base de un piano. El músico salta de escena en
escena. Mississippi, la autopista, un aparcamiento con luces de
neones, Memphis. La referencia no es casual. Sede espiritual de la
tradición del soul sureño, la ciudad más poblada del estado de
Tennessee ha servido de refugio para la banda en la grabación de
este disco. Un estado de ánimo más que una inspiración directa.
Armageddon's Back In Town, primer
sencillo del elepé, sale disparada desde el primer segundo. Su
sonido, grandioso, teatral, tiene el aroma de la gran ciudad. No es
soul, mucho menos sureño. Más bien esa especie única de rock&roll
que los Petty, Zevon y compañía convirtieron en banda sonora de
nuestras vidas. “As we pulled into town there was a breakdown”
canta Patterson Hood en una letra que va dejando esparcidos algunos
de los mejores versos de la colección (“I left the house empty
after sunset with someone else to figure out the stains”). Sin
embargo es ese minuto final, eléctrico, torrencial, el encargado de
asestar el primer gran golpe. Hay más rabia en esos guitarrazos
vehementes que en muchas de las soflamas de folletín de nuestros
políticos.
La voz de Mike Cooley entra en escena
con Slow Side Argument, una de las dos canciones de The Unraveling
que llevan su firma. El sonido es atronador, imposible apartar la
mirada. Sus reminiscencias a los primeros R.E.M. confirman que hace
tiempo que Drive-By Truckers traspasaron la etiqueta del rock sureño.
Su letra, distendida, pone la nota humorística a un disco de ceño
fruncido y semblante serio. Grievance Merchants, la otra composición
de Cooley incluida en el disco, resulta sin embargo menos amable en
su diagnóstico. El órgano que salta en los primeros acordes marca
el tono. Mike Cooley se enfunda el hábito para dar uno de sus
mejores sermones. Si antaño el de Alabama era el responsable de
poner la cuota desenfadada y festiva a los discos de los Truckers
(Marry Me, Get Downtown), ahora no duda en enseñar los dientes,
suministrando una dosis envenenada de verdad con cada una de sus
versos. Surrender under protest era una buena muestra de ello.
Incluida en el anterior trabajo de la banda, su melodía machacona
parecía destinada a convertirse en un himno de barricada y puño en
alto. Por desgracia Grievance Merchants carece de un estribillo tan
adictivo, pero lo suple con una lectura sobre el supremacismo blanco
que mete el dedo en la llaga.
Si American Band tenía en
What It Means su nudo, The Unraveling tiene en Thoughts & Prayers su corazón. De piel acústica, aquí Hood afila su pluma,
encadenando una colección de estrofas a cuál más sangrante.
“They're counting casualties, everyone's choosing sides. There's
always someone to blame, never anywhere to hide” canta el de
Alabama para más tarde repetir con ironía aquel estribillo: “glory,
hallelujah, you are in our thoughts and prayers”. Misma intención
ofrece 21st Century USA, que, a pesar de su ritmo
pausado, contiene también una de las letras más incisivas del lote.
Parida, según cuenta su autor, en unas de esas áreas de servicio
clonadas que pueblan las autopistas, en ella Patterson Hood traza el
dibujo de esa América sin geografía, repetición infinita de
Walmarts y KFCs. “All american, but chinese made” apunta con
finura.
Menos acertada, Heroin Again escarba en
el tema de la adicción, un viejo conocido de la banda. No se trata
de la interpretación de Hood, vehemente y generosa como de
costumbre. Tampoco ese solo de guitarra, entre lo mejor a nivel
instrumental del álbum. Es ese dedo acusador, condescendiente (“I
thought you knew better than that”), el que arruina el asunto. Si
en American Band los de Athens elevaban el tono político evitando
caer en la caricatura, The Unraveling parece por momentos tomar el
atajo más corto en su diagnóstico del desastre. Babies in Cages, su
crónica de la crisis al borde de la frontera con México, resulta
plana y simplona. Un intento por tomar posiciones en un escenario
dominado por las trincheras. Ni siquiera Awaiting Resurrection, la
canción que cierra el álbum, consigue salvar una segunda mitad del
disco plomiza. Sus más de ocho minutos de rock desértico parecen
perderse en el horizonte, inertes, sin capacidad de sorpresa, como si
Hood y Cooley no tuvieran más que decir o contar.
Por suerte la balanza cae de su lado. Más
triunfos que caídos en combate. The Unraveling, con sus virtudes y tics, nos enseña a una banda en plena madurez, abrazando un
presente apocalíptico, del que es imposible abstraerse. Puede que
por el camino hayan perdido parte de ese pedigree sureño. O que
hayan adquirido ese tono panfletario, de noticiero y eslogan. Las
canciones, estas canciones, testamento de una lucha incansable por separar a
justos y pecadores, han llegado para quedarse. El mensaje permanece
porque tiene poso. La consigna, sencilla pero efectiva:
resistir hasta que la tormenta amaine. Quizás no sea mucho, ni
siquiera suficiente. Pero en estos tiempos en los que lo común es
bajar los brazos, resignarse, conviene tener a tipos como los
Drive-By Truckers a este lado de la trinchera. Recordándonos que aún
quedan batallas por pelear.
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