7/2/20

Drive-By Truckers: la consigna es resistir



En algún momento del viaje Drive-By Truckers decidieron desviarse del camino que la historia les tenia reservados. Herederos de la mejor tradición del rock de botas y espuelas, hace un lustro que los de Georgia se reinventaron para convertirse en algo más que la revisión contemporánea del mito sureño. Vale, sus raíces confederadas permanecen en lo más hondo de su cancionero, pero hay algo en el sonido de sus últimos trabajos que los sitúa en mitad de la gran encrucijada americana, a cientos de millas de su Alabama natal. Puede que haya sido la deserción de algunos de sus mejores escuderos en la última década. Puede que sea el nuevo color abiertamente político que ha adquirido su paleta lírica. Puede que sea simplemente la edad. Pero hace tiempo que nuestros camioneros favoritos dejaron de representar aquella versión del rock&roll empapada en whisky y pólvora. O al menos decidieron dejar de ser solo eso.

Patterson Hood y Mike Cooley, más de tres décadas a los mandos del cadillac, se han convertido en el corazón de una formación que llegó a tener a tipos como Jason Isbell o Spooner Oldham en sus filas. Poca broma. Sin tiempo para hacer recuento de bajas los dos fundadores de la banda, compositores de corto recorrido pero estilo fiel, han decidido apretar filas, hacer de la debilidad virtud. Quizás Drive-By Truckers nunca inventaran la rueda. Quizás su pluma social fuera siempre de brocha gorda, efectiva en el primer golpe, pero falto de cintura. Poco importa. Su fe en una verdad cantada a golpe de guitarrazos resulta esperanzadora. Como un recordatorio de que algunos de nuestros héroes, fieles a ese espíritu indomable, quijotescos en su tozudez, permanecen al pie del cañón. Pienso en Neil Young. Pienso en todos aquellos que no bajan los brazos a pesar de la derrota.

Porque sí: la derrota todavía escuece. Rebobinemos. American Band, el anterior álbum de la formación publicado hace cuatro años, llegaba en un momento de shock. Con una campaña electoral a punta de estallar en mitad del universo yankee, nadie todavía podía imaginarse que el diablo terminaría ganando la partida. Los de Athens apretaban los dientes en canciones como Ramon Casiano o What It Means mientras escribían su propia versión del debate del estado de la unión. Nada nuevo bajo el sol. Los Truckers siempre tuvieron olfato para recoger el eco de la calle en sus composiciones. Lo que algunos no esperaban es que Hood y Cooley explotaran su versión más sermoneadora, poniendo el dedo en la llaga de los que todavía creían que el sueño americano había vencido con la llegada de Obama a la Casa Blanca. El golpe, conciso y certero, arrojaba uno de los discos más corajudos y afilados de la banda hasta la fecha.

Parte de ese aliento permanece ahora en The Unraveling, la continuación en formato elepé editada hace unos días. Lejos de bajar el tono, los dos compositores de la banda mantienen el pulso político de American Band, conscientes de que no es momento de romper filas. Nueve canciones que radiografían de nuevo el estado de la nación de las barras y estrellas. Armas, biblias y mercaderes se dan cita en un álbum más personal que su antecesor, sí, pero igual de agrio en su entrega. Cuentan Hood y Cooley que hace un año se juntaron y recopilaron casi dos decenas de nuevas composiciones listas para ser grabadas. Un torrente creativo que hubiera alegrado a muchos de sus seguidores, pero que hubiera emborronado el resultado final. The Unraveling concentra la esencia más peleona de los Drive-By Truckers. También su habitual capacidad para dibujar un paisaje, un perfil, una geografía, en apenas unos versos.

Rosemary with a Bible and a Gun es un claro ejemplo. La canción que abre el lote sigue la estela de ese Hood más ensoñador y poético. Como si de un descarte del Darkness of the Edge of Town springsteeniano se tratara, la composición sopla suavemente sobre la base de un piano. El músico salta de escena en escena. Mississippi, la autopista, un aparcamiento con luces de neones, Memphis. La referencia no es casual. Sede espiritual de la tradición del soul sureño, la ciudad más poblada del estado de Tennessee ha servido de refugio para la banda en la grabación de este disco. Un estado de ánimo más que una inspiración directa.


Armageddon's Back In Town, primer sencillo del elepé, sale disparada desde el primer segundo. Su sonido, grandioso, teatral, tiene el aroma de la gran ciudad. No es soul, mucho menos sureño. Más bien esa especie única de rock&roll que los Petty, Zevon y compañía convirtieron en banda sonora de nuestras vidas. “As we pulled into town there was a breakdown” canta Patterson Hood en una letra que va dejando esparcidos algunos de los mejores versos de la colección (“I left the house empty after sunset with someone else to figure out the stains”). Sin embargo es ese minuto final, eléctrico, torrencial, el encargado de asestar el primer gran golpe. Hay más rabia en esos guitarrazos vehementes que en muchas de las soflamas de folletín de nuestros políticos.

La voz de Mike Cooley entra en escena con Slow Side Argument, una de las dos canciones de The Unraveling que llevan su firma. El sonido es atronador, imposible apartar la mirada. Sus reminiscencias a los primeros R.E.M. confirman que hace tiempo que Drive-By Truckers traspasaron la etiqueta del rock sureño. Su letra, distendida, pone la nota humorística a un disco de ceño fruncido y semblante serio. Grievance Merchants, la otra composición de Cooley incluida en el disco, resulta sin embargo menos amable en su diagnóstico. El órgano que salta en los primeros acordes marca el tono. Mike Cooley se enfunda el hábito para dar uno de sus mejores sermones. Si antaño el de Alabama era el responsable de poner la cuota desenfadada y festiva a los discos de los Truckers (Marry Me, Get Downtown), ahora no duda en enseñar los dientes, suministrando una dosis envenenada de verdad con cada una de sus versos. Surrender under protest era una buena muestra de ello. Incluida en el anterior trabajo de la banda, su melodía machacona parecía destinada a convertirse en un himno de barricada y puño en alto. Por desgracia Grievance Merchants carece de un estribillo tan adictivo, pero lo suple con una lectura sobre el supremacismo blanco que mete el dedo en la llaga.

Si American Band tenía en What It Means su nudo, The Unraveling tiene en Thoughts & Prayers su corazón. De piel acústica, aquí Hood afila su pluma, encadenando una colección de estrofas a cuál más sangrante. “They're counting casualties, everyone's choosing sides. There's always someone to blame, never anywhere to hide” canta el de Alabama para más tarde repetir con ironía aquel estribillo: “glory, hallelujah, you are in our thoughts and prayers”. Misma intención ofrece 21st Century USA, que, a pesar de su ritmo pausado, contiene también una de las letras más incisivas del lote. Parida, según cuenta su autor, en unas de esas áreas de servicio clonadas que pueblan las autopistas, en ella Patterson Hood traza el dibujo de esa América sin geografía, repetición infinita de Walmarts y KFCs. “All american, but chinese made” apunta con finura.

Menos acertada, Heroin Again escarba en el tema de la adicción, un viejo conocido de la banda. No se trata de la interpretación de Hood, vehemente y generosa como de costumbre. Tampoco ese solo de guitarra, entre lo mejor a nivel instrumental del álbum. Es ese dedo acusador, condescendiente (“I thought you knew better than that”), el que arruina el asunto. Si en American Band los de Athens elevaban el tono político evitando caer en la caricatura, The Unraveling parece por momentos tomar el atajo más corto en su diagnóstico del desastre. Babies in Cages, su crónica de la crisis al borde de la frontera con México, resulta plana y simplona. Un intento por tomar posiciones en un escenario dominado por las trincheras. Ni siquiera Awaiting Resurrection, la canción que cierra el álbum, consigue salvar una segunda mitad del disco plomiza. Sus más de ocho minutos de rock desértico parecen perderse en el horizonte, inertes, sin capacidad de sorpresa, como si Hood y Cooley no tuvieran más que decir o contar.

Por suerte la balanza cae de su lado. Más triunfos que caídos en combate. The Unraveling, con sus virtudes y tics, nos enseña a una banda en plena madurez, abrazando un presente apocalíptico, del que es imposible abstraerse. Puede que por el camino hayan perdido parte de ese pedigree sureño. O que hayan adquirido ese tono panfletario, de noticiero y eslogan. Las canciones, estas canciones, testamento de una lucha incansable por separar a justos y pecadores, han llegado para quedarse. El mensaje permanece porque tiene poso. La consigna, sencilla pero efectiva: resistir hasta que la tormenta amaine. Quizás no sea mucho, ni siquiera suficiente. Pero en estos tiempos en los que lo común es bajar los brazos, resignarse, conviene tener a tipos como los Drive-By Truckers a este lado de la trinchera. Recordándonos que aún quedan batallas por pelear.

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