29/3/20

Discos para una república invisible VI



Por alguna extraña razón siempre coloqué a Solomon Burke en el mismo cajón que Swamp Dogg y Bobby Womack. Outsiders del género negro, soulmans capaces de salirse del guión y beber directamente de las fuentes del country, el rhythm and blues o lo que se les ponga por delante, servidores del sacrosanto sacramento de la canción sin importar de dónde venga. Los tres ostentan biografías guadianescas, tragicómicas, con algún éxito esporádico en la bisagra entre los sesenta y los setenta para caer en el olvido durante buena parte de las siguientes dos décadas y volver a florecer en una madurez reservada solo a los más grandes. Porque no cabe duda: los tres lo son.

En el caso de Burke fue el sobresaliente Don't Give Up On Me el que le devolvió a la órbita del público mayoritario. Un regreso refrendado más tarde en títulos como Hold on Tight y Make Do With What You Got, sobresalientes también en su madurez. Sin embargo, Don't Give Up On Me tiene un aura especial. En primer lugar por esa producción de marfil de Joe Henry, convertido en el rey midas de la arruga es bella. Pero sobre todo por la nómina de escritores que donan sus canciones al servicio de la voz del soulman. Dan Penn, Tom Waits, Bob Dylan, Van Morrison, Elvis Costello, Brian Wilson, Nick Lowe. Lo mejor entre lo mejor. El panteón de oro de la composición de la canción popular. Con semejante material era difícil fallar.

Pero, claro, conviene no olvidarse que en el centro de todo estaba Burke. El soulman que había dejado a un lado su carrera para convertirse en predicador, fundar su propia iglesia y criar a un centenar de nietos. Aquel tipo horondo, con cara de bonachón, tenía un don especial: era capaz de convertir la composición más afilada en puro caramelo melódico, miel y pasión. Don't Give Up On Me, la canción, es un buen ejemplo de ello. También Diamond in Your Mind, original de Tom Waits. Stepchild y The Judgement enseñan los dientes del blues-rock. None of Us Are Free y Fast Train son puro gospel. Este que escribe se queda con la humildad de The Other Side of The Coin, firmada por el británico Nick Lowe. Una letra que podría haber escrito el propio Burke.

Si hubiera hecho todas las cosas que dicen que he hecho estaría bajo tierra o huyendo.
Sí, he cometido muchos errores, pero qué levante la mano el primero que esté libre de pecado. 
Puede que sea estúpido y orgulloso, pero antes de juzgarme tómate tu tiempo,
asegúrate de que el veredicto es justo,
porque recuerda que hay otro punto de vista.
El otro lado de la moneda.

Ojalá todos podamos decir lo mismo cuando lleguemos a tu edad, Solomon.

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