Nos refugiamos en la música como nos refugiamos en las cosas que parecen imposibles. Cuando era pequeña Nina Simone encontró consuelo en el piano. Aprendió de los clásicos y logró estampar su nombre en lo alto del Carnegie Hall, allá en 1964, cuando el sueño de ver a una intérprete negra subida al mítico escenario neoyorquino parecía eso: un simple sueño. Pero aquello no fue suficiente para Simone.
Arrastrada por las turbulencias de un
tiempo cargado de lucha y agitación, decidió elevar la voz por su
comunidad, velar a los muertos como mejor sabía: cantando. En su
directo de 1968 dedicaría una canción al recientemente fallecido
Martin Luther King Jr. con el simple título de Why?. El corte incluía
un discurso de la intérprete en el que se lamentaba de que nadie
estuviese haciendo nada para evitar que los grandes referentes de la
nación afroamericana estuvieran cayendo uno a uno.
Desde aquel momento su discurso se
recrudecería. Textos como Four Women o To Be Young, Gifted and Black
escocían en la moral imperante, que consideraba que la lucha por los
derechos civiles de mediados de los sesenta había sido un éxito. El
racismo seguía campando a sus anchas, disfrazado de clasismo,
sexismo o simple y llana segregación. Mississippi Goddamn le valió
alguna crítica dentro de su propia comunidad. Cansada de recibir
golpes de todos, adversarios y supuestos aliados, se refugió en el
gospel, aquella iglesia de puertas abiertas que había servido de
bálsamo para muchos de los cantantes de su generación.
Emergency Ward! completa, junto al
directo del Carnegie y el mencionado 'Nuff Said de 1968, una trilogía de
álbumes en vivo resumen de la carrera de la cantante norteamericana,
desde el clasicismo jazz de sus inicios hasta la explosión política de finales de los sesenta. “¡Cuidado!
¡Material radioactivo!” grita una Simone sin cadenas en la
cubierta del álbum de 1972. Sus letreros rojos parecen decirnos: “no
me arrepiento de lo que hice, no me arrepiento de lo que dije, pienso
seguir aquí, al pie del cañón, y no tengo miedo al qué dirán”.
Una orgullosa Simone canta envuelta en el júbilo del coro, libre por
fin.
Probablemente esta sería la última
vez que la de Carolina del Norte alzaría la voz. Cansada de luchar a
contracorriente se refugiaría en Liberia, donde permanecería
durante años fuera de los focos. Olvidada, sus
salidas de tono todavía escocían en los círculos bienpensantes de la industria.
Los problemas de salud y la falta de apoyo la obligarían a
arrastrarse por los escenarios, aunque todavía habría fogonazos de
aquella genialidad nunca perdida. Verla cantar My Baby Just Cares For
Me en el mítico festival de Montreux es lo más cercano a verla sonreír de
nuevo. Y es que ya lo dijo la propia Simone en aquella entrevista:
“¿Qué es para ti la libertad? No tener miedo”. Y ella, sobre el
escenario, era libre.
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