17/6/20

El gospel según Bob Dylan


Asegura Bob Dylan en su reciente entrevista para el New York Times que “el gospel es la música de las buenas noticias y estos días no hay ninguna”. No le falta razón al de Minnesota. Jefes de redacción, si lo que quieren es vender un puñado de periódicos nunca recurran al género sacro. Mejor agénciense uno de esos relatos trágicos tan recurrentes en el blues o echen mano de la siempre socorrida historia de la estrella pop caída en desgracia. Pero, no, no pretendan encontrar en el gospel, ese género impasible al paso del tiempo, los indicios de una próxima crisis global o la explicación de por qué el planeta se está yendo al garete. O quizás sí. Ya lo apunta el propio Dylan en la entrevista de marras: “Hay mucha verdad en el gospel pero para la mayoría de la gente esto no es importante. Viven sus vidas demasiado rápido. Demasiadas malas influencias. Sexo y política y muerte son las maneras de captar la atención de la gente. Nos excita, ese es nuestro problema”. Pareciera que Dylan nos estuviese hablando desde un púlpito.

Nada más lejos de su intención. El falso profeta, como se autodenomina en su última canción, se declara en esa misma entrevista preocupado por “la muerte de la raza humana” mientras asegura formar parte de “un mundo ya obsoleto”. Se sabe miembro de un club de músicos con los días contados. A saber, aquellos que todavía creen en el poder de la memoria, que tiran del hilo de la tradición para recordarnos que hubo un tiempo en el que las canciones eran la única manera de impedir que algunas cosas acabaran sepultadas por el olvido. “Tendemos a vivir en el pasado, pero eso solo nos ocurre a nosotros”, le confiesa al periodista del New York Times. “Los jóvenes que son ahora adolescentes no tienen una línea histórica que recordar”. Malos tiempos para los museos y las estatuas de bronce.

A pesar de todo, cada vez que el compositor de Blowin' In The Wind habla, el mundo parece temblar un poco. Lo hizo cuando en plena pandemia editó Murder Most Foul, aquella elegía a un tiempo pretérito en la que Dylan junta a Kennedy y a Thelonious Monk, y lo volvió a hacer unas semanas después cuando soltó al mundo I Countain Multitudes, más contenida aunque igual de monumental. Es en esta última en la que el de Duluth confirma por fin lo que algunos llevábamos sospechando desde hace años: que lo suyo hace tiempo que dejó de ser la simple composición de canciones para convertirse en algo más. No la literatura, por muchos premios Nobel que se empeñen en darle. Algo más humilde, seguramente más obsoleto. Un oficio que nunca pasará de moda.

“Pinto paisajes y pinto desnudos” confiesa el bardo en I Countain Multitudes. Y es que a pesar de que los exégetas dediquen horas y horas a desentrañar las múltiples referencias que Dylan va dejando en sus canciones, como migas de pan desperdigadas, al final aquello no deja de ser un simple pasatiempo frugal. “La canción es como un cuadro, no puedes verlo todo al mismo tiempo si estás demasiado cerca. Las piezas individuales son solo parte de un todo”, insiste. Un todo construido a base de pinceladas tomadas de aquí y allá, una galería de personajes que no son más que marionetas del gran teatro, una escena inabarcable en el que conviven el blues de entreguerras y los sonidos del rock&roll que despertaron la curiosidad del joven Dylan. También el gospel, un género al que el norteamericano siempre rindió pleitesía de una y otra forma en su cancionero.

Incluso hoy. Puede que sus canciones más recientes se resistan, al menos en lo musical, a ser ancladas a un estilo concreto. Sin embargo hay algo tremendamente bíblico en su vocabulario. Un verbo que no es el del sermón o el del justiciero divino. Más bien la voz del pastor guiando a su pequeño rebaño, el testimonio de un tipo que ha viajado más allá y ha vuelto para contarlo. "Quizás estemos en la víspera de la destrucción", cuenta. Y añade: "Puedes pensar en el virus de muchas maneras. Creo que simplemente tienes que dejar que siga su curso". Lo confieso: hay algo tremendamente purificador en el estoicismo del minesotarra. Una verdad sacra que, por muy cerca que parezcamos estar del final del mundo, nunca cambiará. No sabemos muy bien si Rough & Rowdy Ways, su primer disco con material nuevo desde 2012, tendrá mucho de gospel, pero a buen seguro que tendrá mucho de revelador. Como canta en Cross The Rubicon: "A tres millas al norte del purgatorio - a un paso del más allá / Recé a la cruz y besé a las chicas y crucé el rubicón".

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