3/12/20

Wilco, en lo más profundo del océano americano

Como casi siempre en estos casos, nadie recuerda muy bien en qué momento todo se pudo ir al traste. Tampoco el instante preciso en el que cada una de las piezas de aquel rompecabezas terminaron de encajar. Si es que en algún momento lo llegaron a hacer. Los que conservan la memoria cuentan que, tras más de un año encerrados en el estudio, Jeff Tweedy y los suyos parecían estar cada día más lejos de terminar aquella colección de canciones. Un álbum que con el paso de los meses había devenido en lamento pop y arquitectura surrealista, collage sonoro convertido en declaración de intenciones. Una huida hacia delante para una de las bandas pioneras del llamado country alternativo. Una pirueta genial para una formación liderada por alguien que, apenas una década atrás, había puesto patas arriba la escena de raíces con su lectura furiosa y desmitificada de los clásicos. Qué lejos quedaban ahora los tiempos de Uncle Tupelo.

O incluso los primeros pasos de Wilco. Tras la inocencia country-rock de A.M., Being There -segunda referencia de la banda- había terminado desembocando en un callejón sin salida para los de Chicago. Me explico. Demostración de todo lo que era capaz dar de sí la materia prima sonora del sur norteamericano cuando se cruzaba con el impulso independiente de los noventa; en aquel díptico de carretera se daban cita la raíz folk y los Stones de Muscle Shoals, el country desencajado de los forajidos de Texas y el blues etílico de Chicago. No es raro encontrar quién piense todavía hoy que se trata de la obra cumbre del country alternativo. También su acta de defunción, por desgracia. Con su exuberancia sonora y su intento por cubrir las cuatro esquinas del espectro sonoro yankee, Being There parecía agotar prácticamente todas las posibilidades del género. Tocaba reinventarse o caer en la ruleta del auto-plagio. Más de dos décadas después, queda claro qué opción escogerían Tweedy y compañía.

Pero volvamos al verano de 1997. Si en agosto de aquel año los de Chicago habían entrado en el estudio ataviados con sus botas de cuero y sus sombreros de ala ancha, quince meses después el quinteto salía enredado en una maraña de sintetizadores y arreglos de terciopelo. Por el camino los norteamericanos habían aprendido unas cuantas lecciones que llevarse a la boca. La primera, que aquella química inestable -especialmente entre Tweedy y el recién llegado Jay Bennett- funcionaba a las mil maravillas cuando no había un guión establecido. Ya saben, no hay mejor manera de romper las expectativas de tu público que no tener ninguna. Así, no es de extrañar que aquel disco de color azul cielo y título imposible pillara a más de uno con el pie cambiado. Con los años Summerteeth se convertiría en el gran signo de interrogación en la carrera de los de Chicago. Un caramelo envenenado y un compañero de viaje para las noches de luna llena, un agujero negro, una sonrisa burlona en la que Tweedy y los suyos plasmarían todas las frustraciones de una banda negociando con su propia madurez.

Canciones como I'm Always In Love hablaban de amor correspondido y romanticismo de postal. Fábulas con final feliz en las que resultaba difícil encontrar el rastro de ese artista acostumbrado a hurgar en la herida. Quién lo iba a decir, pero tras aquella careta de enfant terrible del country-rock había un Tweedy familiar y hogareño. “Go back to sleep now, my darling / And I'll keep all the bad dreams away / Breathe now, think sweet things / And I think of all the right words to say”. Imposible no traer a la memoria al Dylan de chimenea y retiro doméstico de New Morning. Del mismo modo que resulta inevitable escuchar la letra de In A Future Age y transportarse de manera casi instantánea a ese universo literario de bares a medio cerrar y ladridos perdiéndose en la noche. Tom Waits estaría orgulloso.

La realidad sin embargo era más tozuda. Lanzado a la carretera, enganchado a un vagón de vida que le obligaba a pasar grandes temporadas alejado del hogar, Tweedy intentaba encontrar una manera de conciliar su vida de rockero con sus recién estrenadas obligaciones paternales. La letra de ELT lidiaba con aquella ansiedad con altas dosis de melodrama pop. We're Just Friends desparramaba el grito de socorro sobre las notas de un piano de cola. “Over and over and over again / I try to make amends / For everything I've done wrong / My whole world just spins / Make some coffee, hold me up / Try to talk me out of giving up”. Nothing'svergonnastandingmyway (again) recogía del suelo los restos de aquella batalla mientras imaginaba un final de película. “We'll find a way regardless / To make sense out of this mess / Well it's a test, but I believe / A kiss is all we need”. Si todas las terapias de pareja fueran tan sencillas no habría necesidad de abogados de divorcio ni acuerdos pre-matrimoniales. Tampoco de tipos como Tweedy, capaz como pocos de convertir una simple canción de amor en un drama shaskesperiano.



Musicalmente la genealogía de esta refriega sentimental hundía sus raíces en la fascinación del líder de Wilco por el clasicismo sonoro de los Beach Boys. En el crisol melódico de los Beatles del White Album, el cabaret costumbrista de los Kinks y el suntuoso pop de cámara de los Zombies. Pero sobre todo nacía del deseo de romper con una etiqueta -el country alternativo- que parecía haber convertido en santo y profeta a un autor que muy pronto demostraría ser de carne y hueso, trufado de pecados y tentaciones como cualquier hijo de vecino. No ayudaría en esto último la incorporación de Jay Bennett a las filas del combo de Illinois. A la conocida adicción de Tweedy a los analgésicos se sumaría el vaivén etílico de Bennett, que fallecería de manera prematura en 2009 en circunstancias todavía por aclarar. Juntos cumplirían con nota el papel de hermanos a cada cual más tozudo, peleando por cada centímetro de cinta como si les fuera la vida en ello. Famoso es el episodio de la película I Am Trying To Break Your Heart en el que una discusión en el estudio entre Bennett y Tweedy acaba con este último vomitando en el baño. La cosa nunca llegaría a las manos -como había ocurrido de hecho en los últimos compases de Uncle Tupelo-, aunque poco le faltaría. Pero no adelantemos acontecimientos.

El tiempo ha terminado confirmando que durante aquellas sesiones grabación la asociación eléctrica entre Bennett y Tweedy no sólo se mantendría dentro de los límites de lo civilizado, si no que de hecho daría sus mejores frutos en forma de canciones eternas como Via Chicago y She's a Jar. El conjunto final, imposible de abarcar en único giro del vinilo, con la banda presumiendo de superávit creativo, mantiene sin embargo algo de ese tono contenido y taciturno, especialmente en cortes como How to Fight Loneliness y When you wake up feeling old. Invocando el espíritu de los Big Star de Third/Sister Lovers, Wilco parecen avanzar sin brújula, perdidos en la niebla de esa noche de luna llena. “Who knows anything? / I don't know / There are so many things / I must leave alone / Some strange person / is calling you their home / Can you be where you want be?”. Hay abismos a los que es mejor no asomarse.

Convencidos de que ya han sido derrotados, el quinteto de Chicago decide echar el resto como si aquella fuese de verdad la última bala en la recamara. Sólo así se explica que se saquen de la chistera una genialidad como Pieholden Suite. Pieza de fina orfebrería pop, en ella Tweedy, Bennett y compañía exprimen en menos de tres y minutos medio todo lo aprendido en ese año y pico de encierro en el estudio. Empleando el molde que Neil Young había usado en Broken Arrow, la canción incluye pasajes de americana cósmica y clasicismo de chaqué para terminar disolviéndose en un desfile de banjos rag time y vientos de fragancia nuiorlins. El propio Bennett estaría tan orgulloso del resultado final que años después bautizaría el nombre de su estudio casero con el nombre de la canción.

Así que sí, las piezas del rompecabezas terminarían encajando. Quince meses y decenas de rollos de cinta después, los de Chicago habían logrado transformar aquellas demos de rompe y rasga, con Tweedy a solas con la guitarra -pueden escuchar algún ejemplo en la reciente reedición de Summerteeth-, en un carrusel de melodías de altos vueltos. Un primer paso para convertirse en aquella banda camaleónica, referencia absoluta del rock americano actual. Pero no suficiente. Al menos no para Reprise, que tras recibir una primera versión del disco intentarían limar alguno de los momentos más ásperos del lote -”I dreamt about killing you last night / And it felt alright to me”- con la incorporación de una canción más accesible para las ondas radiofónicas. Un Tweedy en racha respondería componiendo a última hora Can't Stand It, corte que abre el álbum y que, como era de esperar, nunca llegaría muy lejos en las listas del hit parade. El líder de Wilco aseguraría en más de una ocasión que aquella sería la última vez que se avendría a escribir una canción “por encargo”. A la postre aquel episodio se convertiría también en el primero en una lista de desavenencias que desembocarían en el divorcio entre los de Chicago y la discográfica apenas dos años más tarde. Pero aquella es una historia que merece un capítulo propio.

A comienzos de 1999, sin tiempo apenas para que las nuevas canciones cojan poso, los cinco músicos de Wilco se lanzarían a la conquista del mapa norteamericano en un intento por explorar el camino abierto por Summerteeth. Les acompaña ya Leroy Bach, multi-instrumentista que se había incorporado a las sesiones de estudio rozando el pitido final y que con el tiempo se convertiría en imprescindible en la arquitectura de discos como Yankee Hotel Foxtrot y A Ghost is Born. Con Bach a los teclados y guitarras, los de Chicago intentarían reproducir sobre el escenario parte de ese sonido pomposo y elaborado del álbum de la luna. La 'foto finish' de aquel salto mortal puede comprobarse hoy en la grabación del concierto que Wilco dieron el 11 de Noviembre de 1999, otro de los regalos incluidos en la reedición de Summerteeth. Los que se hagan con ella encontraran dos horas del mejor rock de trago yankee mezclado con altas dosis de estupefacientes y nervio pop. Lo suficientemente sobrios como para mantener el tipo en los números más enraizados; peligrosos, casi al filo del caos, en los momentos de desbarre guitarrero. Sin duda el cóctel perfecto.

La sensación general es que aquellos Wilco caleidoscópicos parecían estar un peldaño por encima de esa banda de barrica y whisky que, apenas tres años atrás, todavía viajaba con la etiqueta del alternative-country colgada de la parte trasera de la furgoneta. Incluso en las canciones extraídas de las recientes Mermaid Avenue Sessions -rescates de los cuadernos de notas originales de Woody Guthrie- se vislumbra el perfil de un nuevo amanecer. Todavía tendrían que pasar un par de temporadas para que los de Chicago se convirtieran en ariete contra la industria regalando por la cara Yankee Hotel Foxtrot. También para que la crítica los nombrara campeones de ese rock americano sin complejos, capaces de mezclar furia guitarrera con sintetizadores de mercurio, raíz y actualidad, pasado y presente. Pero sin duda aquellos Wilco en la encrucijada estaban abriendo un camino que ya nunca más abandonarían. Una manera de operar guiada no por los géneros o las etiquetas, si no por las canciones. Aunque, como en Summerteeth, estas les llevaran de cabeza a lo más profundo del océano sonoro americano.


4 comentarios:

  1. Enhorabuena por este y todos tus post. Es una gozada leerte así , en modo trago largo. Tan indiscutible es la figura Tweedy como eje central en la trayectoria de la banda , como el impacto de otros , Bennett o O'Rourke , en el resultado final de algunos discos . Quizás ahora mismo estaría bien una influencia externa para la banda . Enhorabuena otra vez.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Esteban. Me gusta lo de trago largo. Debe ser que nos estamos acostumbrando a la ráfaga de tuits y el comentario rápido en facebook, pero sigo pensando que mis posts son bastante comedidos.

      Yo también creo que a Wilco les vendría bien una ayuda externa ahora mismo (o incluso seguir el rastro de esas actuaciones medio-acústicas que hicieron hace un par de años o así a la Mermaid Avenue). Reconozco que me gustó mucho su disco del año pasado, pero no deja de ser una extensión de la obra en solitario de Tweedy.

      Gracias de nuevo por los piropos.

      Eliminar
  2. Muy buen post amigo.Recuerdo la primera vez que escuche este Summerteeth recién salido y me dejó totalmente descolocado.En aquellos días Wilco eran una de mis bandas de cabecera y sus dos primeros discos sonaban constantemente en casa.Pero tras varias escuchas el disco ya empezó a gustarme cada vez mas y ya con el paso del tiempo me parece tan bueno o más que A.M y Being There.A partir de ahí, con sus siguientes discos para mí ya son otro grupo y poco a poco fui perdiendo el interés por ellos.Es curioso que el grupo alcanzara su mayor popularidad con discos que para mí están por debajo de sus tres primeras entregas.

    Un saludo y enhorabuena por el blog.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Jacobo. Yo tengo que reconocer que de Wilco me gusta (casi) todo. Cada disco tiene su personalidad y su razón de ser (mi favorito siempre fue y será Sky Blue Sky). Entiendo a los que se quedan con los Wilco del principio, donde lo importante eran las canciones en sí y no tanto las texturas o la producción. Pero yo creo que si pones toda su discografía junta hay muy pocas bandas que le lleguen a la altura en los últimos 25 años. Y si hablamos de rock americano, no hay quien les tosa. De todos modos, lo bonito de Wilco es que tienen para todos: para los que le gusta el rock clásico, para los que se pirran por el country, para los indies... Yo me quedo con todos, la verdad.

      Eliminar