22/1/21

Un refugio de canciones y certezas

Tiene razón aquel que dijo que todo está inventado en esto de la música. Año tras año seguimos escuchando las mismas melodías, los mismos gestos, las mismas alegrías. Y que así sea. Hay algo tremendamente reconfortante en saber que, pase lo que pase, siempre nos quedaran algunas certezas en forma de canciones. Pasarán las décadas y todavía habrá quien siga venerando la música que escuchaban nuestros padres. No es pereza. Tampoco nostalgia. Simplemente la confirmación de que hay cosas que nunca pasarán de moda. Canciones que seguirán emocionándonos a pesar de que los cazadores de tendencias insistan en chafarnos la fiesta. La verdad seguirá siéndolo hoy de la misma manera que lo era hace diez, veinte o cincuenta años.

Uno de los grupos que más han profesado este credo en los últimos tiempos han sido los Felice Brothers. Desde aquel Tonight At The Arizona de 2007 -su registro más celebrado en esta casa- los neoyorquinos han hilado una carrera en el que el espíritu amish, el sonido ocre de The Band y el gusto por lo rural se mezclan con naturalidad. No hay esfuerzo ni artificio en su vuelta a las raíces sonoras de la América sencilla. Lo suyo es simplemente de otra pasta. Una continuación de la tradición sin necesidad de recurrir a piruetas. Llámenlo autenticidad, sea lo que sea que esa palabra signifique a estas alturas. Lo que es seguro que sus discos seguirán emocionándonos aunque pasen los siglos de los siglos.

Puede que el secreto de este misterio esté más cerca de lo que pensamos, escondido en el reciente disco de William Lawrence. Batería de la formación desde hace un lustro, con él los norteamericanos han regresado a ese sonido arenoso y profundo que parecía haberse perdido con el cambio de década. Discos como Life In The Dark y el más reciente Undress insisten en la fórmula country-folk de sus comienzos, añadiendo nuevos registros a una carrera que se extiende ya durante década y media. Fool For You, tercera referencia en solitario de Lawrence, mantiene las coordenadas de la banda neoyorquina, aunque no pierde la oportunidad de demostrar la personalidad de un songwriter que bien haríamos en mantener cerca de nuestro tocadiscos.

Sin ir más lejos la canción que da nombre a la colección trae a la memoria el trago dulce del mejor Ron Sexsmith. Wedding Song por su parte tiene mucho del perfil dorado de Doug Paisley, nuestro canadiense favorito. Shining Down con su ritmo honky-tonk no desentonaría en un rodeo organizado por Willie Nelson. For Dreamers, en cambio, toma la autopista 61 en dirección sur para dibujar los contornos de esa Nueva Orleans somnolienta y perezosa. Los arreglos de viento, el ritmo desacompasado y esa voz melosa son la mejor medicina para una mañana de asueto. Ya lo dice la letra de Tongue Tied: “he estado en casa / no sé si por pereza o por miedo”. Una sensación con la que muchos nos hemos encontrado en estos meses de reclusión forzada.

Lo reconozco, con discos como Fool For You a uno lo único que le apetece es refugiarse bajo una manta de melodías trenzadas a base de guitarras acústicas y armonías sencillas. Dejar que suene nuestra tonada favorita en la jukebox, como canta Lawrence en la canción de marras. Volver una y otra vez a caer en las mismas sensaciones. Sin remordimientos ni pellizcos culpables. Nos gusta lo que nos gusta porque hace tiempo que descubrimos que es más fácil seguir el rastro de unas cuantas certezas -por muy desgastas que estas estén- que jugar a un juego que nunca supimos descifrar. Sí, nos gustan las canciones. Las de toda la vida. Y eso, en estos tiempos, es suficiente para mantenernos a flote.


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