De paso lento pero firme, Doug Paisley
ha logrado ensamblar una discografía breve y exquisita. Un refugio
en el que las canciones con olor a madera y tacto suave se suceden
como las estaciones del año. Hojas que caen por su propio peso como
las melodías de Paisley, siempre dulces, apoyadas sobre las notas de
una guitarra acústica que apenas necesita de acompañamiento para
llenar la habitación. No encontrarán grandes giros en el cancionero
del norteamericano. Tampoco un intento por reinventarse con cada paso
al frente. Lo suyo siempre fueron y serán las canciones sencillas y
los temas domésticos, la añoranza por la vuelta al hogar y la
felicidad del amor correspondido.
Originario de Toronto, su música
continua la gran tradición de compositores folk al norte de la
frontera yankee. Jesse Winchester, aquel sureño que terminó
exiliándose al país vecino para evitar acabar en un helicóptero
militar de camino a Vietnam. La omnipresente Joni Mitchell. Neil
Young y su búsqueda incesante. Gordon Lightfoot, del que Paisley
podría considerarse digno sucesor. Cualquiera que haya escuchado las
melodías del de Toronto habrá reconocido la elegancia de If You
Could Read My Mind y Summer Side of Life. Aunque no sólo del pasado
bebe su cancionero.
Artistas contemporáneos como Ron
Sexsmith, Neko Case o Jennifer Castle son también objeto de
admiración para Paisley. En 2010 incluiría un dueto con Leslie
Feist en Constant Companion, su segundo trabajo. Cuatro años más
tarde grabaría Strong Feelings, el álbum que a la postre se
convertiría en su puerta de entrada para el pequeño gran público.
En esta ocasión sería la también canadiense Mary Margaret O'Hara,
al que algunos recordarán por su álbum de 1988 Miss America, la que
pondría el contrapunto femenino. Sin embargo la gran aportación de
aquel disco de tonos ocres y melodías eternas fue la incorporación
de Garth Hudson. Legendario miembro de The Band, el veterano músico
dota de una luz dorada a las composiciones de Paisley. Sus teclas, ya
sean las del piano o las del viejo órgano hammond, suenan
reposadas y vibrantes. Llevan a una canción del éxtasis al más
puro remanso de paz en apenas unos segundos. Colorean las historias
interiores de un compositor en estado de gracia.
Aquel álbum llevaría a Paisley por Europa en una de las pocas incursiones del canadiense por el viejo
continente. En Madrid unos pocos tuvimos la suerte de verle abriendo
para otros favoritos de esta casa, los encantadores The Parson Red
Heads. Un concierto que algunos todavía llevamos cerca en la
memoria. Paisley, todo templanza, todo humildad, dio un recital
exquisito. Impecable a las seis cuerdas, las canciones de Strong
Feelings y el resto de su discografía no se resintieron ni un ápice en aquella presentación desnuda. Aquí había un artista de largo
recorrido. Un compañero de viaje que ha terminado convirtiéndose en
habitual en nuestras tardes al calor del hogar. Su música, fuerte
como la madera de roble, suave como el algodón, nos sirve de refugio
y bálsamo en estos tiempos extraños y confusos.
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