21/4/20

Discos para una república invisible XVII



Nueva York es un amasijo de hierro y la madre de todos nuestros sueños. Es un vertedero y la tierra prometida. Un paraíso por el que perderíamos la cabeza (y la cartera). Nueva York es una isla y un blues. Es una película de Woody Allen y una novela de Melville. James Brown en el Apollo Theater y Nina Simone en el Carnegie Hall. El Hotel Chelsea y So Long, Marianne. Un cigarrillo saliendo de la boca de Frank Sinatra y Tom Waits despidiendo la noche en una cafetería del East Side. Nueva York es la Quinta Avenida y 52nd Street. Charlie Parker y Thelonious Monk. Clubes que sólo abren cuando se pone el sol y pizzerías que nunca cierran en cada esquina. Nueva York es un fundido a negro. Lou Reed vagando por Coney Island. Max's Kansas City, la Factory y Marylin. Nueva York es pantalones vaqueros y chupa de cuero. Es Fiebre del Sábado Noche y hippies buscando a alguien que les suba a Woodstock. Nueva York es Central Park y cualquier acera sucia en la que pasar la tarde. Nueva York es Physical Grafitti y un edificio de inquilinos. Es un polvo en el lavabo de señoras y una canción de los New York Dolls. Es sórdido y bajos fondos, es la verdad cantada en tres acordes. Dustin Hoffman en Midnight Cowboy y Harry Nilsson. Es Simon & Garfunkel. Nueva York es un libro de salmos sin dios ni profeta. Es un café en el Greenwich y Dave Van Ronk. Es aquella versión de Visions of Johanna que nunca llegó a entrar en el Blonde on Blonde. Es Dylan con gafas de sol y camisa de topos. Es un estrella a punto de estrellarse en el asfalto. Es una promesa y una derrota. Nueva York es cubismo y arte pop. Es Sonic Youth y Talking Heads. Es ruido y la más bella de las sinfonías. Es una descarga eléctrica y el vacío. Nueva York es punk y es ópera. Nueva York es Television. Nueva York es Marquee Moon.

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