Cuando los días se alargan y el tedio
amenaza con inundarlo todo, conviene tener a mano discos infalibles.
A mediados de los noventa Van Morrison
lo había hecho todo en la música. De voz imponente, casi siempre en
busca de nuevas cotas, el de Belfast había dedicado buena parte de
la década anterior a promocionar su imagen de asceta, genio en la
montaña en busca de una verdad filosófica a la que agarrarse en
tiempos inciertos. Lejos quedaban aquellos tiempos de éxito esquivo,
aquel cóctel de soul caledónico, jazz fibroso y herencia irlandesa
que le habían aupado al olimpo de los mejores. Peleado con
la industria, proyectando esa imagen de artista incomprendido,
Morrison siempre prefirió dibujar trayectorias alternativas a convertirse en
un autor a la moda. Gracias a ello se granjeó una cohorte de fieles
-entre los que me incluyo, por supuesto-, prisioneros frente a los
cambios de humor del irlandés, buscadores de oro en el inabarcable
universo lírico de un artista que lo pudo tener todo pero que
prefirió conformarse con la verdad.
Por suerte la condena siempre tiene sus
recompensas. Puede que Days Like This, aquel disco de portada en
blanco y negro editado en 1995, no tenga el poso de aquellos álbumes místicos que habían forjado la leyenda de Morrison. Pero al menos
recuperaba al de Belfast para el gran público de los noventa. Y lo
hacía con un trabajo en el que, sobre todo, sobresalía el sonido de
su armónica. Extraño teniendo en cuenta que en los créditos del
álbum volvía a aparecer Pee Wee Ellis, saxofonista venerado por los
seguidores de Van 'The Man', cuya última aparición en un disco del
irlandés databa de 1985. No se extrañen. Days Like This sigue
teniendo mucho de ese soul fogoso que tanto practica Morrison en sus
directos hoy en día. Una fórmula que resulta infalible en canciones
como No Religion, Songwriter o el medio tiempo que da título al
conjunto.
Sin embargo es ese trio final de
canciones el que traza la línea entre esta colección y el resto de
la producción del irlandés. Melancholia nos devuelve a ese cantante
meditabundo y circular, girando una y otra vez sobre las mismas
palabras, obligándolas a rendirse hasta desvelar su verdadero
significado oculto. Ancient Highway, con sus casi nueve minutos de
traqueteo rodado, dibuja un paisaje a mitad de camino entre la
fantasía onírica y el recuerdo juvenil de Belfast, una ciudad
fronteriza “llamada Paraíso” en la que “el tren silba toda la
tristeza que Hank Williams sabe” y “todo sale bien los viernes
por la tarde”. Vayan haciendo sus quinielas para el próximo Nobel
de Literatura. Completa la colección In The Afternoon, un bálsamo
curativo, la simplicidad de nueve palabras convertidas en sencilla
declaración de amor: “want to make love to you... in the afternoon”.
Nunca Morrison había sonado tan frágil y al mismo tiempo tan
directo.
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