22/4/20

Discos para una república invisible XVIII



Cuando los días se alargan y el tedio amenaza con inundarlo todo, conviene tener a mano discos infalibles.

A mediados de los noventa Van Morrison lo había hecho todo en la música. De voz imponente, casi siempre en busca de nuevas cotas, el de Belfast había dedicado buena parte de la década anterior a promocionar su imagen de asceta, genio en la montaña en busca de una verdad filosófica a la que agarrarse en tiempos inciertos. Lejos quedaban aquellos tiempos de éxito esquivo, aquel cóctel de soul caledónico, jazz fibroso y herencia irlandesa que le habían aupado al olimpo de los mejores. Peleado con la industria, proyectando esa imagen de artista incomprendido, Morrison siempre prefirió dibujar trayectorias alternativas a convertirse en un autor a la moda. Gracias a ello se granjeó una cohorte de fieles -entre los que me incluyo, por supuesto-, prisioneros frente a los cambios de humor del irlandés, buscadores de oro en el inabarcable universo lírico de un artista que lo pudo tener todo pero que prefirió conformarse con la verdad.

Por suerte la condena siempre tiene sus recompensas. Puede que Days Like This, aquel disco de portada en blanco y negro editado en 1995, no tenga el poso de aquellos álbumes místicos que habían forjado la leyenda de Morrison. Pero al menos recuperaba al de Belfast para el gran público de los noventa. Y lo hacía con un trabajo en el que, sobre todo, sobresalía el sonido de su armónica. Extraño teniendo en cuenta que en los créditos del álbum volvía a aparecer Pee Wee Ellis, saxofonista venerado por los seguidores de Van 'The Man', cuya última aparición en un disco del irlandés databa de 1985. No se extrañen. Days Like This sigue teniendo mucho de ese soul fogoso que tanto practica Morrison en sus directos hoy en día. Una fórmula que resulta infalible en canciones como No Religion, Songwriter o el medio tiempo que da título al conjunto.

Sin embargo es ese trio final de canciones el que traza la línea entre esta colección y el resto de la producción del irlandés. Melancholia nos devuelve a ese cantante meditabundo y circular, girando una y otra vez sobre las mismas palabras, obligándolas a rendirse hasta desvelar su verdadero significado oculto. Ancient Highway, con sus casi nueve minutos de traqueteo rodado, dibuja un paisaje a mitad de camino entre la fantasía onírica y el recuerdo juvenil de Belfast, una ciudad fronteriza “llamada Paraíso” en la que “el tren silba toda la tristeza que Hank Williams sabe” y “todo sale bien los viernes por la tarde”. Vayan haciendo sus quinielas para el próximo Nobel de Literatura. Completa la colección In The Afternoon, un bálsamo curativo, la simplicidad de nueve palabras convertidas en sencilla declaración de amor: “want to make love to you... in the afternoon”. Nunca Morrison había sonado tan frágil y al mismo tiempo tan directo.

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