Hay una expresión en la industria del
whisky que hace referencia a esa parte de alcohol que se pierde en el
proceso destilación debido a la porosidad de la madera del barril.
The Angel's Share -así es como la denominan los más veteranos del
negocio- se refiere, no sin sorna, a esa parte del líquido “que se
evapora en los cielos”. Una metáfora que los productores del sello
discográfico Rhino han aprovechado para bautizar la última
reedición de los Grateful Dead.
The Angel's Share -el álbum- recoge el proceso de
grabación del célebre Workingman's Dead, disco en el que Jerry
Garcia y compañía abandonaban parte de su sonido más lisérgico
para sumergirse en la herencia sonora americana. Dos horas y media de
sesiones sin filtro, puro alcohol country-rock sin destilar. La
tentación, sin duda, es fuerte. También la sensación de estar
entrando en un terreno resbaladizo, quizás demasiado virgen para el
oyente medio.
Mientras proliferan ediciones en las
que la discográfica de turno aprovecha para publicar hasta los
estornudos del artista de turno, otro forajido con mucho todavía por decir prefiere nadar a contracorriente. Homegrown, último
volumen en los archivos del canadiense Neil Young, recupera aquel
disco de 1974/75 que nunca fue y que, según palabras del propio autor,
hubiera servido de puente entre el sonido ocre de Harvest y el
country barnizado de Comes A Time. Palabras mayores.
Considerado por algunos como el santo
grial perdido en la obra de Young, su escucha resulta sin embargo
tibia en pleno 2020. Ni es la segunda parte del mencionado Harvest,
ni arroja nuevas claves para entender a ese Young alienado de
mediados de los setenta, ni todo lo contrario. Quizás un poco de
todo aquello y alguna cosa más. No ayuda, claro, el hecho de que
algunas de sus canciones -Star of Bethelem, Little Wing- ya hubieran
hecho acto de presencia en la discografía del artista. O que Young
se empeñe en incluir composiciones que desprenden aromas ya de sobra
conocidos -Separate Ways, Mexico, We Don't Smoke It No More, Love is
a Rose-. ¿Resulta necesario hablar de Florida, ese experimento
surrealista que sirve de bisagra entre las dos caras del disco? Mejor
lo dejamos para otro día.
Conviene no obstante romper una lanza
en favor del canadiense. Puede que, en conjunto, Homegrown
palidezca en comparación con obras mayores como Tonight's The Night
y On The Beach. Pero se agradece la honestidad. Young podría haberse
dejado seducir por la corriente actual y haber publicado aquel
material sin filtros, añadiendo de paso alguna de las canciones de
aquella época que nunca vieron la luz. Homefires, Mediterranean,
Daughters y al menos otra media docena de inéditos siguen a día de
hoy en el baúl de los descartes. De nuevo: la tentación es fuerte.
Sin embargo aquello hubiese sido sencillo, complaciente, tramposo
incluso.
Neil Young, tozudo él, ha preferido
entregarnos su propia destilación del asunto. Una versión -de las
muchas que podría haber- cerrada del álbum que pudo ser. Una
relectura ventajosa, por supuesto. Puede que más de cuarenta años
después aquellas canciones de ruptura y desesperación duelan un
poco menos. O que parte de ese aroma a granero y maizales se haya
perdido por el camino. Canciones como Vacancy, Kansas y esa toma
acústica, mano a mano con Robbie Robertson, de White Line bien
merecen la pena. Si Tonight's The Night desprendía ese olor a
tequila y farlopa, Homegrown deja el regusto a licor casero y
marihuana. Una dosis de country-rock añejo extraída directamente de
la bodega personal del canadiense.
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