28/5/21

Loose String (II)


James McMurtry - Where'd You Hide The Body (1995)

A James McMurtry la casta literaria le viene de familia. De sangre tejana, los más versados en el terreno de las letras recordarán el nombre de su padre, autor de novelas en las que se dibuja con finura los diferentes aspectos de la vida en el antiguo estado confederado. Casi seis décadas agarrado a una pluma, Larry McMurtry llegaría a ser galardonado con el Premio Pulitzer en 1985 por Lonesome Dove, más tarde adaptada a la pequeña pantalla. Él mismo sería también el encargado de regalar al joven James su primera guitarra con apenas siete años. Prácticamente desde ese momento el de Fort Worth buscaría la oportunidad de dar a conocer sus composiciones dejando siempre que la tinta impresa, inoculada desde la cuna en casa de los McMurtry, siguiera corriendo por sus venas.

La encontraría finalmente en 1987, dentro del concurso de nuevos escritores del festival folk de Kerrville, donde un John Mellencap en racha le echaría el ojo. El propio Mellencap le ayudaría a dar salida a su primera colección de piezas, publicada dos años más tarde bajo el nombre de Too Long in The Wasteland. En ella el norteamericano insinuaba esbozos de la grandeza que le acompañaría durante toda su carrera, aunque todavía asomaran trazos del sonido recargado de su maestro. No sería, pues, hasta el tercer intento cuando el talento de McMurtry para componer canciones y melodías alcanzaría el techo de su pluma de fino songwriter.

Editado en 1995 por Columbia, Where'd You Hide The Body lucía portada de tonos rojizos y encuadre recortado, continuando con la vena noir, netamente detectivesca, de su antecesor, el notable Candyland. Sin duda McMurtry andaba tras la pista de algo. No el paradero de ese cuerpo que se descolgaba del título de un álbum terrenal, lleno de coraje, nunca alejado más de lo necesario de los parajes y llanuras tejanas. Quizás algo más profundo. Un misterio que yacía a cielo abierto, marcado a fuego sobre las palabras de aquellos personajes que, al igual que los de su padre, desenmascaraban el verdadero espíritu del sur norteamericano.

Abre la veda la trotona Ionlanthe, velado retrato de familia acomodada. Off and Running acelera el paso, especialmente cuando McMurtry corona una última estrofa en la que aquella colección de preguntas existenciales -”what'd you do with my ball and chain?”- se torna retórica. Fuller Brush Man, bombeante y generosa, recoge el rastro de ese compositor novel de anteriores entregas, empeñado todavía en impresionar a sus maestros. Pero es la emotiva Rachel's Song la que termina de marcar el rumbo, dejando un surco por el que transitará el resto de la obra de McMurtry hasta nuestros días. Sin apenas esfuerzo, yendo directamente al grano de la canción, el compositor eleva ese paisaje gélido y desolador en el que los cuerpos se arremolinan irradiando una humanidad contagiosa. Imposible no esbozar una sonrisa cómplice cuando el cantante recita aquel verso alquitranado que bien podría haber salido de la boca del veterano John Prine. En él se resume buena parte de la filosofía vital de muchos de sus personajes: “I probably ought to quit my drinking / But I don't believe I will”.

Pasado el ecuador Late Norther, solitaria pieza instrumental, nos da un respiro cruzando la escena como un tren fantasma. Le sigue Lost In The Backyard, que se apoya sobre el blues para dibujar una de las piezas más abstractas y, al mismo tiempo, extrañamente familiares del disco. “I said this is the last time / a few times ago”. El reflejo del espejo trágico. Where'd You Hide The Body, rótulo luminoso de la colección, suena vibrante a pesar de esa letra con olor a pólvora quemada. Down Across The Delaware y One More Winter insisten por su parte en la temática invernal de Rachel's Song. También en esos retratos agrietados, viñetas a contrapié de hombres acorralados entre la falta de expectativas y el deseo de romper con todo. Cierra el recuento Levelland. Favorita entre los seguidores del compositor norteamericano, en ella McMurtry echa el ojo por el retrovisor, tirando de épica western. No hay nada más dulce que el pasado, parece insinuar el tejano. Tampoco nada más ingenuo. Pocas veces el músico sonará tan jubiloso y entregado como en aquel estribillo.

Con los años -cosas de la edad- el de Fort Worth irá torciendo el gesto, elevando poco a poco el tono social de sus letras, incluso probando suerte en el terreno del comentario político como en We Can't Make It Here, denuncia envenenada de las consecuencias de la administración Bush. Sin embargo será en la crónica honesta del sur, casi siempre a través de esa galería de personajes a medio hacer, donde su obra alcanzará sus mayores triunfos. En elepés como Where'd You Hide The Body -piedra angular de ese periodo inicial- que soportan con tesón el paso del tiempo. También en el reciente Complicated Game, álbum de madurez que desde 2015 reclama su condición de clásico del canon norteamericano. Lo es, como lo es desde hace décadas James McMurtry.


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