9/2/22

Discos para una república invisible XXII


Intérprete sublime, pianista portentosa, hasta los años setenta solo los que se fijaban en la letra pequeña de sus discos favoritos conocían el nombre de Carole King. Su firma eterna quedaría rubricada en alguna de las mejores canciones que daría la década que vio al hombre viajar a la Luna. Una pena que Armstrong y Aldrin no se llevarán la música de King con ellos, pues a buen seguro que habrían tenido el mejor de los viajes estelares. Capaz de elevarte al firmamento sin necesidad de grandes alardes, las canciones que la neoyorquina escribiría en los sesenta junto a su entonces marido Gerry Goffin tenían la piel sensible del pop californiano y el cuero negro del Harlem soul. Emocionaban y removían las entrañas.

Sería su traslado a Laurel Canyon el que marcaría el verdadero comienzo de la carrera de la autora de (You Make Me Feel Like) A Natural Woman. Con discos como Tapestry o Music, la de Manhattan forjaría el molde de songwriter de los setenta. De Carly Simon a Al Stewart pasando por Laura Nyro o Judee Sill. Sensible y torrencial. Dueña de sus propias canciones. En sus álbumes en solitario King recuperaría alguna de las composiciones que había cedido a otros intérpretes durante su época en el Brill Building neoyorquino. Una manera de reivindicar su valor como songwriter, pero sobre todo una demostración de que su coraje como intérprete estaba a la altura de las grandes. ¿Quién si no se hubiera atrevido a grabar una canción popularizada por la mejor voz de la historia -Aretha, claro- y hacernos dudar con cuál de las dos versiones quedarse?

No obstante la autora de Tapestry no se conformaría con el éxito cosechado con sus dos viñetas hogareñas de 1971. Rhymes and Reasons -de 1972- y, sobre todo, Fantasy apuntaban a una escritora de canciones que seguía manteniendo los oídos bien abiertos a lo que ocurría a su alrededor. Con una producción que recordaba al Marvin Gaye de What's Going On cuando no al Donny Hathaway más sedoso, el segundo de estos álbumes recogía el eco de esa nueva ola de artistas soul capaces de trenzar realismo y voz celestial. Ya saben, la denuncia social nunca estuvo reñida con la elegancia. Y si no que se lo digan al propio Gaye, responsable con What's Going On de uno de los mayores alegatos antibelicistas del último siglo.

Carole King no llegaría a tanto, pero en Fantasy, su disco de 1973, incorporaba definitivamente el rumor de la calle. Poco importa que la compositora eche mano del viejo recurso de la obra conceptual -“I may step outside myself / And speak as if were someone else”-. O que aquella portada color ocre recordara al Brooklyn nostálgico de Erase una vez América. La galería de personajes que recorren los surcos de Fantasy respiran y caminan erguidos. Se enganchan a las aceras neoyorquinas en busca de un rumbo casi siempre incierto. Madres solteras y trabajadores en el paro, drogadictos sin redención a la vista, latinos y buscavidas. Perfiles a medio trazar. Por suerte el aliento sonoro de King sopla cargado de ternura y comprensión, como de costumbre.

Pero es en el apartado instrumental donde Fantasy se sale de la marca. Bañado de soul dorado, los arreglos de viento y metal abrazan el piano y la voz de una intérprete que nunca pierde la brújula. Ella siempre será el centro de la escena, su ancla sonora y la razón por la que nunca nos cansaremos de escuchar sus discos. Si en That's How Things Go Down la cantante recupera el pop espiritual de Tapestry, en la casi instrumental Corazón la neoyorquina se atreve con el castellano en una visita fugaz por los ritmos del Harlem hispano. Una anécdota dentro de un álbum que practica la misma sencillez y candor que King habitúa. Tan sólo en esta ocasión un poco más cercana al ruido de las bocinas y los coches, al murmullo de los callejones y las escaleras de incendio. Más vital y comprometida. Lo resume bien la letra de esa coda final.

Now that I've expressed my soul 
I'll step back into my real-life role 
And hope I've brought you back across the line 
You may think there's nothing you can do 
To change what's all-too-true 
But all you have to do is use your mind

 

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