2/11/15

Un paraíso llamado California


Desparramada por el mapa de la guantera, recuerdo de aquel viaje que nunca nos atrevimos a hacer, la música que fabricaron Roger McGuinn y compañía asoma al otro lado de cada colina. A ella van a parar todas las melodías que algún día nos hicieron vibrar. Un zarandeo sutil, como aquella primera vez que escuchamos el crujido de un disco de vinilo sobre el plato. Dibujando aquella ruta virgen a través de la autopista norteamericana, con su fachada cuero y ocre, recordamos los años inocentes y el primer chapuzón del verano. Esas escapadas a la sierra de Madrid y las tardes en las escaleras de la facultad. Eramos libres y nada nos impedía coger el petate y largarnos cada fin de semana.

Por suerte nunca dejamos de regresar a esas canciones. Sonaban The Byrds, la tentación detrás de esas primeras visitas a Discos Babel. Camisas de cuadros y Rickenbackers. Moteros y alucinógenos. Los Ángeles y Texas. Sin ellos no hubieramos escuchado a Grateful Dead o a la Creedence. Sin ellos no hubiéramos descubierto esa California soñada y azul. Ese sol que calienta por las tardes y te obliga a desabrocharte en la camisa y tirarte en la playa. Judy Collins y The Mamas & The Papas. La felicidad de ser jóvenes. Aquel Laurel Canyon de los cabellos dorados.

Cada vez que cantamos una canción de Tom Petty o recordamos a la dupla formada por Mark Olson y Gary Louris regresamos a ese rincón secreto. Cada vez que llega la primavera y nos vemos obligados a pinchar el debut de Crosby, Stills & Nash volvemos a aquel jardín privado. Cuando aplaudimos a una banda de chavales que se suben al escenario con una guitarra de doce cuerdas y un sombrero tejano. Pienso en Vetiver y en Real Estate. En Woods y en Beachwood Sparks, favoritos de la casa. Especialmente en estos últimos.

Brent Rademaker y los suyos han sabido como nadie recoger el espíritu de los Byrds, la libertad de no casarse con ningún estilo que marcó la trayectoria de los angelinos. Un camino sinuoso que suena a melodía folk y a crujido country, a suave contoneo psicodélico que invita a echarse en la hierba y aparcar cualquier preocupación. Una brisa que ahora baña las playas de Pacific Surf Line, el reciente disco de GospelbeacH. Comandados por el propio Rademaker, el debut de los californianos tiene ese olor a cabaña y a mar, a historias de ferrocarril y viajeros en busca de la tierra prometida. El equipaje es ligero, pero el tiempo acompaña.

Basta aceptar la invitación impresa en la portada del disco. Si The Tarnished Gold, el regreso de los Beachwood hace tres años, era una llamada al recogimiento y la fiesta privada, el reencuentro con los amigos de toda la vida; Pacific Surf Line lleva la celebración a la calle y el bar. Subidos a aquel tren a punto descarrilar, GospelbeacH aceleran el paso en canciones como Mick Jones o Sunshine Skyway, candidata a canción más redonda de la temporada e hija de nuestros Fakeband. Southern Girl podría encajar sin esfuerzo en el baúl de los Grateful Dead de American Beauty. Your Freedom tiene la dulzura de un Nick Lowe descendiendo por las colinas de Laurel Canyon. El conjunto lo completa una California Steamer trotona, jubilosa, de esas que tendrían que sonar cada vez que hacemos las maletas. Con ella el viaje siempre es de regreso.

Una vuelta al paraiso de las melodías con las que crecimos, esas que mantienen el efecto balsámico por muchas veces que las escuchemos. Desde hoy guardamos en el botiquín a GospelbeacH y su Pacific Surf Line. Pero también el debut en solitario de Martin Courtney. O la nueva entrega de Alex Bleeker & The Freaks. Dos nombres surgidos del corazón de Real Estate y que, como la formación neoyorquina, dejan a su paso el perfume embriagador de las colinas californianas. Si el primero viste traje sobrio y arreglos de cuerda, Bleeker y sus freaks llevan el espíritu de The Band en la solapa de la chaqueta. Un desvío hacia lo rural que no impide que sus canciones sigan sonando dulces, de manta y conversación al calor de la chimenera. Suenan guitarras trenzadas, suenan recuerdos felices.
llll

2 comentarios:

  1. Muy buen artículo, he disfrutado tanto leyendo como escuchando esa magnífica canción, me pongo ahora con este disco, thanks

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    1. El disco es una delicia (aunque flojea un poco en la parte final, en mi opinión). Lo estoy alternando con el de Martin Courtney y es para derretirse de placer. Un saludo amigo Chals ;)

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